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vir, con orden de que lo comiera, un pichoncito asado. Cuan– do, sentado a la mesa, lo está comiendo, se le acerca el Padre Macario, y con aire de mucha indignación, le reprocha su inmortificación, su audacia en tomar un alimento tan delicado, mientras los demás religiosos guardan una rigurosa abstinen– cia. "No sois digno, le dice, de estar entre esta Comunidad. Tomad vuestro plato e id a terminarlo en la cuadra" . " Sea por el amor de Dios" , contestó Fray Félix, y puso al instante en ejecución lo mandado. Lüs grar,¡des devociones del siervo de Dios eran: la Sa– grada Eucaristía, que visitaba con frecuencia, pasando casi todas las horas de la noche ante el Tabernáculo, postrado Y con el rostro en tierra; la Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo, que honraba con ejercicios especiales; la Santísima Virgen María, especialmente el ;misterio ,de su Inmaculada Concepción y sus Dolores; el glorioso Patriarca San José, por el que sentía especial afecto. Y a los que iban a encomendarse en sus oraciones para obtener la salud corporal o el remedio de alguna otra necesidad, les recomendaba vivamente esas devo– uones. El Hno. Félix hizo infinidad de milagros; pero uno de los que más excitó la admiración del pueblo, y glorificó más su obediencia fué el que obró en presencia del Virrey de Si– cilia y de toda su comitiva. Era un día de calor sofocante. El Virrey había ido a visitar el convento, y sintiéndose muy fati– gado y sediento, pidió un vaso de agua de un pozo, que lleva– ba fama de darla □uy fresca. Fray Félix, que era el que de– bía servirla, se veía en grande apuro, porque había desapare– cido la vasija o aparato con que se sacaba el agua del pozo. El Padre Macario, viéndole así afligido, le dice con tono un poco subido: "Busque por ahí una cesta y saque agua". Fray Félix toma una cesta que estaba allá a la vista, ata a ella la cuerda del pozo, la echa al ·fondo y la sube llena de agua hasta los bordes, como si la cesta fuera de cristal, sin que se derra– mase una gota. ¡ Con qué gusto y devoción beberían de aque– lla agua el Virrey y todos los que le acompañaban! Por fin, después de cuarenta y cuatro años de vida reli – giosa llevada con tanto amor de Dios v con tanta paciencia - 82 -

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