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a Dios. Se han olvidado los verdugos de traer las cuerdas para la fatídica operación; los santos misioneros les ofrecen cada uno la suya, con que ciñ~n su pobre hábito, y son •~olgados por el cuello de las ramas de dos árboles. Entonces la turba insolente y bárbara, apartándose algunos pasos, y recogiendo gruesas piedras, hizo de ambos cuerpos el blanco de su pe– drea, y acabó con las víctimas. Descolgados los cuerpos, fueron abandonados sobre el terreno, y vinieron a ser pasto de las fieras. Y así no fué po• sible en su beatificación, realizada en 1904, exponer ninguna reliquia suya a la veneración de los fieles. 20. - BEATO FELIX DE NICOSIA, CAPUCHINO (1715 - 1787) El Beato Félix de Nicosia parece una perfecta reproduc– ción, a la vuelta de doscientos años, del glorioso San Félir de Cantalicio. No pueden rrenos de impresionar gratamente las fechas de los acontecimientos de ambos en esta vida. Nació San Félix de Cantalicio en 1515; ingresó en la Orden Capuchina en 1533; hizo su profesión en ella en 1544; murió en mayo de 1587. Nació el Beato Félix de Nicosia en 1715; ingresó en la Orden en 1743; hizo su profesión en 1744; murió en mayo (31) de 1787. Como San Félix edificó con sus virtudes a la ciudad de Roma, el Beato Félix edificó a la de Palermo, ejerciendo en ella las mismas funciones que aquél, practicando las mismas virtudes, dando, sobre todo, el espectáculo de la misma senci– llez franciscana, esa sencillez que aureoló los primeros tiem– pos de la Orden, y que constituye una de las características del espíritu de nuestros Santos y como la atmósfera en que se desenvuelven. Su padre, Felipe Amoroso, un pobre zapatero, que rnala– mente podía conseguir con su trabajo el pan del día para sus hijos. Su madre, Carmela Pirro, una gran cristiana, una - 79 -

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