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Curaba toda clase de enfermedades del cuerpo, pero so– bre todo quería curar las del alma, leyendo en los corazones de los que venían a él los secretos más escondidos en su alma, invitándolos dulcemente a la corrección de sus costumbres, a su vuelta a Dios, a una conversión sincera por medio de una buena confesión. No contento con pasar en oración, en la iglesia, todo el tiempo, que le dejaban libre sus ocupaciones de cada día, no cesaba de mortificarse en . todos sus sentidos, imponiéndose privaciones sin número. Todos los días tomaba la disciplina durante una hora, ayunaba siempre y usaba cilicios que con– vertían su cuerpo en una pura llaga; gracias a su fuerte cons– titución pudo llegar, a pesar de todo, a los noventa años. Como las enfermedades empezaron a cebarse en él, los Superiores pensaron en trasladarlo a otro Convento de reposo, donde se le pudiera atender con todos los cuidados que recla– maba su estado. Pero el obispo se oponía fuertemente a ello: 4 'No me quitéis de aquí a fray Bernardo, decía a los Superio– Tes, él hace más bien en mi diócesis que veinte misioneros". Quedó, pues, en el Convento de Ofida, y el lugar de su nacimiento había de ser también el de su muerte. Sobrevino la enfermedad esperada; recibió el santo viá– t:ico, y con el crucifijo en sus manos y su rostro encendido permaneció una hora absorto en actos de acción de gracias. 1Jn poco después, empezando la agonía, se rezó por los que rodeaban su lecho la recomendación del alma. Al llegar a aquellas palabras "Profiscere anima christiana" sal de su cuer– po, oh alma cristiana, incoi;porándose un poco, dijo el mori- 1mndo: "Padre Superior, repetidme por favor esas palabras, porque no quiero morir sino por obediencia". "No os daré ese permiso, contestó el Superior, sino después que vos nos hubiéseis bendecido a mí y a todos los que estan aquí". El humilde Hno. Lego no.. sé levantó contra esta orden, y tomando el crucifijo, bendijo a todos los asistentes, fijando luego su mirada en el Padre Guardián, quien, con los ojos llenos de lágrimas, dijo: "Vete, mi querido Hermano, vete al paraíso". Y en ese momento entregó su alma al Señor. Fué esto el día 21 de agosto de 1694. Fué beatificado por el Sumo Pontífice Pío VI en 1795. - C2 -
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