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hoJ,tilidad de las criaturas, tentaciones horribles, desgarrado– ras desolaciones interiores; esto era para ella la agonía. Fué sin duda, seguida de cc-nsolaciones, pero, cuántas veces se renovaba esta tortura, uniéndose a mil y mil otros sufrimien– tos! Vió en cierta ocasión su cáliz, el cáliz que Dios le destina– ba, lo vió lleno de un líquido misterioso, que brotaba y se derramaba por los bordes; unos ángeles recogían con mucha reverencia ese líquido en copas de oro. El significaba los su– frimientos, que aguardaban a la sierva de Dios, y los méritos -consiguientes que le estaban reservados en el cielo. Después vino a ella el mismo Jesús, llevando su cruz, y no sólo le puso sobre sus espaldas esa carga, sino que plantó la cruz en su corazón. Desde ese instante concibió ella un ,deseo extremo de aliviar al Divino Maestro y de sufrir con El. Luego se desencadenan contra ella horribles tempestades; sus Superiores no la comprenden, la humillan y la persiguen; acométenla enfermedades misteriosas, que escapan a la ciencia <le los médicos, los cuales añaden a la tortura del mal reme– dios inútiles y dolorosos; los inquisidores están en vela sobre sus manifestaciones extrañas, cuyo. carácter divino no descu– ·bren por ·el momento, y s'1ffgen. sospechas, juicios, senten~ia~, quff- afectan al hono,r de la S&nta, y es c-:msiderada digna de infame castigo. De todo esto ella no se queja lo más mínimo. Se llega hasta a encerrarla en su celdita, como en una prisión, a la que se trata como visionaria, como alucinada, ·como hechicera; a separarla de sus hermanas, a privarla de la comunión. Jesús la deja en su humillación, en su martirio, abandonada a las persec·.1ciones de los hombres, como lo fué El mismo en casa de Caifás, de Herodes, y de Pilatos. Parece haberla desamparado en las tinieblas, en las dudas, que des– garran su corazón. "Dics mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado, repetía ella con el Agonizante del Calvario. Jesús se compadece de su sierva; ·y de ' vez en cuando afloja en su rigor. Un día la Santa, sufriendo torturas inde– -cibles, más abandonada aún que de costumbre, prisionera en su celdilla, y privada de la comunión, que es lo que más le dolía, se queja amorosamente, y toda desfallecida, reclama su - 53 -
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