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A GUISA DE PROLOGO El árbol franciscanc no reconoce decaimiento ni ve iez. Plantado por el Seráfico Padre, lo ha dotado Dios de ~na savia tan vigorosa y rica, que desafía a los siglos, y se reju– venece a medida que transcurre el tiempo . Lleva en sí mismo la facultad de renovarse ~on las reformas qz;,e, a manera de retoíios, aparecen en su derredor, comunic2ndo al co1;,junto, con un verdor y frescurc; perpetuos, una at.nósfera de prima– vera deliciosa. Es siempre el terebi,rto que extiende si;,s ramas hasta los últimos confines del orbe, cobijando bajo su sombra a los pueblos todos de la tierra, y regalándolo;¡ -~on sus frutos sa– brosos de honor y de belleza. Estos frutos no son Cll'OS que los de la s,:u,tidad. Las re/ar– mas no tienen otro fin que promoverla, i olver la Orden a un fervor más intenso, a, una perfección más grande, al mis– mo tiempo que adaptarl('J, a nuevas necesidq,des y situaciones especiales que se presentar.- en el correr del tiempo, y responder a los ataques de enemigos ondulantes y caz!lrros que saben variar la lucha hasta lo infinito con nuevas armas y tropas de refresco. Permanece, pues, esta Orden siempre fiel a su misión de cooperar al sostenimiento de la Iglesia y a la sal– vación de las almas. Es así que por la sa.aidad los Capuchinos desde su origen han conseguido este fin . .5e les ve por ella acudir al socorro de los apestados, combatir e los herejes, exte•ider en apartadas regiones el reino de Di~. Por ella también, por la sa;itidad, defienden ante los grand~ con misiones diplomáticas los inte– reses de la Cristiandad, y santifican los pueblos por la predi– cación del Evangelio. fbws. Legos, los santos extraordinarios que surgen en nuestros Conventos, contrióuyen a su éxito, aportando el apoyo de :ius oraciones y sacrificios, condición indispensable para todo bien espiritual. Pues bien, toda la historia de nuestra Refarma, su fin providencial, y las obras 1ne desde su aparición le asignan las - 7 -

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