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y de rodillas el Angelus y el Rosario -cuenta un testigo– se fomenta la devoción a la Santísima Virgen, se narran las historias del Antiguo y nuevo Testamento, que tanto gustan a los niños, y se vive una vida de paz inalterable"_ Una persona que conoció por aquellos días al pequeño Juan, ha dicho: " Le gustaba orar y oír hablar de Dios". Toda su infancia y niñez y adolescencia fué un continuo• crecer en el amor de Dios y en la devoción a la Santísima Vir– gen. Cuando contaba catorce años perdió a su padre y a su madre, y aunque no era el mayor de los hermanos, todos le miraban como si lo fuera, y se complacían en seguir sus in– dicaciones como si fueran mandatos; así que la casa se con– servó en el mismo ser cristiano y devoto, que cuando vivían los padres. A sus treinta y tres años de edad, 17 de septiembre, fíes-– ta de las Llagas de San Francisco, vistió el hábito de novicio, en el convento de Capuchinos de Laufen, cambiándole el nom– bre de Juan Bindenfer por el de Conrado de Parzham. Pasó el año de noviciado con una regularidad completa en la observancia de todas las prácticas de la vida religiosa y en las especiales de los novicios. El Padre Maestro le sometió– ª duras pruebas de obediencia, de humillaciones y trabajos, en todas las cuales mostró ser verdadera v no aparente su vir– tud y resolución de consagrarse a Dios :nteramente. Apenas hecha su profesión religiosa, los Superiores le· dieron una grata noticia: que era enviado al convento de Santa Ana en Altoetting, para desempeñar en él, el oficio de portero. Anejo a ese convento está el santuario mariano más famoso de toda Alemania. Cientos de miles de devotos ma– rianos acuden todos los años a ese santuario; así que el ofi– cio de portero resulta en aquel •convento muy difícil y com– prometido. Los Superiores vieron en Fr. Conrado al portero• ideal, y la experiencia demostró bien claramente lo acertado de la elección. Más de cuarenta años continuos, hasta su muerte, permaneció en el oficio de portero, siempre el mismo,. incansable en el trabajo, parco en el hablar, generoso con los. pobres, atento y cariñoso en el trato con los peregrinos; to– dos lo miraban como un ángel, que había puesto Dios en aquella portería. - 48 -
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