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entreabre al cielo, y María, la Reina de aquel lugar, baja en su dulce majestad a dar a su siervo la más dulce e inesperada prueba de su amor, poniendo en sus brazos el pequeño Infan– te, que es la alegría de los Angeles y de los Santos? Murillo, en un lienzo célebre, ha inmortolizado la escena, y la ha rodeado de un colorido de paraíso. María le sonríe y JesÚE le tiende sus manecitas, y le muestra sus labios para acaricia al que ama, y en el que ve sin duda reproducidos -los rasgos y virtudes de su padre nutricio. Es:as delicias celestiales, que han endulzado los rigores de una la:-ga existencia, no faltan al Santo en la hora de su preciosa muerte. A[í está María para ahuyentar al enemigo, y sostener y confortar con su sonrisa al valeroso atleta, en aquella hora en que se libra el último combate. Preciosa recompensa para quien no ha cesado de repetir durante su vida : j "Oh dulce Madre del cielo, yo no soy más que un pobre niño, incapaz de sostenerme en pie. ¡Ah! venid en mi ayuda, -y tendedme vuestra mano" !. La Madre del cielo había escuchado su oración, y asido de su mano, lo introdujo en el cielo el día 18 de mayo de 1587. Con este primer Santo quiso Dios exaltar a toda la Or– den Capuchina, y consagrar su obra en el mundo. Fué beatificado por el Papa Urbano VIII , y canonizado por Clemente XI, el 27 de mayo de 1712. , 8. - SAN JOSE DE LEONISA, CAPUCHINO (1556 - 1612) En San José de Leonisa brillan ambas glorias, la del apostolado y la del martirio; en él exalta Dios el espíritu misionero, que anima de un modo tan especial a la nueva re– forma de los Frailes M_enores Capuchinos; con él empieza esa inmensa epopeya, que va a lanzarlos a todos los continentes, hasta los extremos de ellos, haciendo decir al autor del marti– _ rologio franciscano , Padre Arturo de Moustier: "Apenas na- - 28 -

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