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Aparecía en las calles como la imagen de la modestia, no levantando jamás los ojos del suelo, todo perdido en Dios y saludando sin embargo con una dulce sonrisa a los grandes personajes y a los bienhechores que encontraba. "Hermano mío, dije- en cierta ocasión a un compañero, que se le jun– tara, los ojos en el suelo, los dedos en el rosario y el corazón en el cie:o". Su :mmildad halla, para manifestarse, palabras placen– teras, qué! revelan su carácter y s:i alegría, toda franciscana. "Paso, a..--nigos míos, dice un día, a la turba que le oprime, paso al : umentillo de los Capuchinos". En otra ocasión se sonríe, carga con su alforja llena de pan, de legumbres, etc. y agradece con gentileza. Pero nota que la alforja se ha hecho tan pesada sobre sus espaldas, que no puede andar cargada con ella. ¡Ah! es que alguien ha echado en ella una moneda de plE.ta. Inmediatamente el Her– mano, ar::iante apasionado de la pobreza, arroja con indigna– ción la moneda aborrecida, y con paso ligero, no sintiendo más pese- alguno, bien que la alforja se halla repleta de li– mosna recibida, se encamina dichoso al Convento. ¡ Con qué reconocimiento recibe la limosna, y qué ruegos tan ardientes dirige al cielo por todos sus bienhechores! Vuel– to a cas:1 cargado de su alforja, se dirige luego al coro y pasa ante el Santísimo todo el tiempo que le dejan libre sus ocu– paciones, prolongando su estancia muchas horas durante la noche. Ejer::ía un singular apostolado con los niños pequeños. Su sencillez seráfica se los atraía, y ellos se acercaban y le escuchaban con cariño y devoción, y él les hablaba de Jesús y de Ma::-ía. Cuando lo veían de lejos, corrían en tropel para acercársele y saludarlo cariñosamente. A los niños se les juntan sus padres, que reconocen y consagran al humilde Limosnero una general popularidad. Amado de los hombres, que se edifican con su trato y gozan de su caridad, Fray Félix es el niño mimado del cielo, el privilegiado de Jesús y María. j Quién podrá decir la dulzura de sus éxtasis, la intensi– dad de h luz q1,1e lo envuelve, cuando al pie del altar se le - 26 -

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