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asegura:- la subsistencia de las Religiosas; pero ella le hizo tantas i nstancias y le alegó tantas razones para que en nada alterase el primitivo es:;iíritu del Instituto, especialmente en lo relativo a la santa poheza, que Su Santidad desistió del in– tento, y alabó su grande confianza en la Divina Providencia. Y Dios mo~tró muchas veces palpablemente cuánto le agra– daba esta confianza de Clara en su bondad Paternal, como cuando con medio panecillo hubo de sobra para cincuenta Monjas que había en el Monasterio. La vida de Clara estuvo siempre envuelta en grandes, en espantables penitencias. Anduvo siempre con los pies descal– zos y sin siquiera unas pobres sandalias; su a y uno, todo el año, y la mayor parte de él, a pan y agua; usaba alternativa– mente cios cilicios, a cuál más espantables; su lecho, hasta pocos años antes de su muerte, la dura tierra, con un manoJ o de sarmientos por almohada. Pen todo lo suavizaba su ardiente amor a Jesucristo; lo tenía siempre en el corazón, siempre en los labios. Apenas le dabar~ otro nombre -:¡ue el de la enamorada de ]esucristo. Y ~ue a la Santísima Virgen le tenía un amor semejan– te al que profesaba a su Divina Hijo, lo mostró un hecho que tuvo lugar en la hora de su muerte. Agonizando estaha después de recibidos los últimos sacramentos, y del mismo Papa en persona la bendición apostólica, cuando vió entrar en su celda y rodear ~u lecho u::i coro numeroso de santas vírgenes, vestidas de blanco, entre las que sobresalía una por su herm'.)sura y majestad. Era la Virgen Santísima que con todas aquellas santas vírgenes venía a recoger el alma de Cla– ra para llevarla consigo a la gloria. En aquel momento salió su alma del i::uerpo, se unió a aquel coro que rodeaba a la Santísima Virgen, y tod3s emprendieron el camino de la eter– na bienaventuranza. Sucedió esto el día 12 de Agosto de 1253. Fué canonizada por Alejandro IV, dos años después de su muerte. - 24-

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