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lado la comida que se le ofrecía ¿ espués de no haber comido nada en los tres días precedentes. Y como cuando, no querien– do oírle los herejes de Rímini, se fué a la orilla del río, donde desembocaba en el mar, y llamó a los peces con voz de predicador, y acudió una multitud de peces del mar y del río, y se pusieron en orden, delante los más pequeños, de– trás los mayores, y con la cabecita fuera del agua le escucha– ban cuando les decía: "Pececitos míos, del mar y del río, escuchad la palabra del Señor, ya que los herejes no quieren oírla". Y les predicó un largo sermón, diciéndoles cómo de– bían ser muy agradecidos a Dios por los beneficios que de El habían recibido, etc., etc. Y todos estuvieron quietecitos, muy atentos, hasta que les dió la bendición para que se fuesen. Y no sólo el bien espirituaL sino también el corporal procurab'l a los hombres San Antonio y hacía para ello mu– chos y grandes milagros. Valgan por todos los que podían referirse estos versitos compuestos por San Buenaventura, que vivió muy pocos año sdespués de San Antonio. I Si buscas milagros, mira Muerte y error desterrados, Miseria v demonio huídos, Leprosos· y enfermos sanos. I I El mar sosiega su ira, Redímense encarcelados, Miembros y bienes perdidos Recobran mozos y ancianos. I I I El peligro se retira, Los pobres van remediados; Cuéntenlo los socorridos, Díganlo los Paduanos. IV Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y santo, Para que dignos así De sus promesas seamos. Y que no se ha olvidado en el cielo de procurar toda cla– se de bienes a los hombres, lo muestran cada día las gracias que obtirnen en todo el mundo, acudiendo a él en las nece– sidades. Sólo el Pan de San Antonio ¿a cuántos millones de po– bres da de comer cada día? Todo esto viene a comprobar el gran poder que tiene ante Jesús y María, y el gran amor que les profesó en la vida y les profesa en el cielo. - 16 -

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