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su semejanza hasta en su exterior, grabando en su cuerpo las cinco llagas, de manos, pies y costado. Valdría muy poco esa semejanza externa si no fuera una traducción de la se– mejanza interna que había en su alma. Y como la de Jesucristo, la acción de Francisco se aco– moda a toda clase de personas: a los hombres y a las mujeres, a los claustrales y a los seglares, con sus tres Ordenes Religio– sas; a los sabios y a los ignorantes, a los ricos y a los pobres. En sus tres Ordenes hay lugar para todos. ¿ Quién podrá contar las almas que se han salvado y han de salvarse todavía por la acción de Francisco y la d~ sus hijos hasta el fin del mundo? j Bendito sea mil veces Ntro. Señor Jesucristo, que quiso enviar al mundo a este su siervo, tan semejante a Sí, para que continuara su obra en la salvación de los hombres! 3 - 4. SAN ANTONIO DE PADUA, FRANCISCANO (1195 - 1231) He aquí uno de los santos más populares que se veneran e n la santa Iglesia. Aunque se llama de Padua, no nac10 en es– ta ciudad, sino en Lisboa, Portugal. Se le llamó sin duda de Padua, porque en esta ciudad pasó la última etapa de su -vida, y de ella emprendió su alma el vuelo a la vida eterna. A los 15 años :le edad dejó su casa natal y se dirigió a Coímbra para consagrarse a Dios entre los Canónigos Re– gulares de San Agustín. Allí se hallaba cuando llegaron al Puerto los cuerpos de los cinco primeros mártires de la Or– -den Franciscana, recién fundada, Santos Berardo y compa– ñeros, que habían dado su vida en Marruecos por Ntro. Se– ñor Jesucristo. Hubo mucha conmoción en la ciudad con aquel acontecimiento; pero la más grande y grata consecuencia de él fué la vocación del joven Antonio a una Orden que ya des– de sus principios contaba con mátires valerosos, que derrama– ban gozosos su sangre por Jesucristo. Se encendió en deseos - 12 -

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