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rodeaba, tan :favorable a su personita, tuvo un pensamiento de vana complacencia, que puso en sus labios una sonrisa de co– quetería. . . Ese fué el pecado que ·-consideró enorme, y no pudo olvidar en toda su vida. Habiendo perdido a su madre, fué puesta para su edu– cación en las Religiosas Ursulinas. Entre ellas hizo su primera comunión entre los diez y once años, teniendo lugar en ella un accidente que la dejó muy mortificada y llena de angustia, porque creyó que Jesús, no encontrándola digna de sí, quería abandonar su alma. Se acercó ella toda encendida en amor a Jesús, pero la Hostia Santa, en vez de quedar en sus labios, cayó al suelo. Sintió ella una conmoción inmensa, e inclinán– dose hasta la tierra, con su lengua la tomó con el mayor res– peto, reverencia y amor. Para aplacar lo que ella creía ser enojo de Dios, comen– zó a imponerse desde entonces mortificaciones, increibles en una niña de once años. Ponía ásperos guijarros debajo de la ~ábana en su lecho, que tenían que hacerle imposible el re– poso; andaba con los pies desnudos sobre pedazos de vidrio roto, ásperos y cortantes, que le desgarraban las carnes y aun podían causarle heridas peligrosas. La vida religiosa la atraía fuertemente, pero la quería mortificante, crucificante. El monasterio de las Capuchinas le ofrecía el medio de satisfacer esa sed que ella sentía, de su– frimientos. Se resolvió pues, por abrazar esa vida. Muchos fueron los obstáculos y dificultades que encontró, de parte de su padre, de sus parientes, y aun de parte de sus confesores, para el cumplimiento de su propósito; mas por fin, con la gra– c:ia de Dios salió triunfante de todos los obstáculos, y tomó el hábito de novicia en el convento de las Capuchinas de Brescia el 8 de setiembre de 1705. Entonces se le cambió el nombre de Margarita por el de María Magdalena. El noviciado fué tan duro, tan lleno de pruebas interio– res y exteriores, que a la vuelta de v~inte años, solía decir dla: "Sólo el recordarlo me llena de '··espanto". Dios permitió que no fuera comprendida de Superiores, Confesores y Directores; y asaltada de turbaciones horribles, recuerda con terror las faltas más pequeñas que ºha cometido, - 102 -

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