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25. - BEATA MARIA M~GDALENA DE MAR'l'INENGO, CAPUCHINA (1687 - 1737) Después de Santa Verónica, la bienaventl)rada Martinengo · 1 d f . ' < · ' ' ' b 1 d d 1 tiene un ugar e pre .erencia en , e'sta porc10R,_iem, a sama a e jardín de Santa Clara, qut~: ,~<l:t'man, Jas religidsá's;. capuchinas. . Es ell~ del número f~f e.s~s, ·elegidas de \ ~J~ucri~to, en quienes quiere completar gs;;i~ Pas10n y que pued~n I clecll'se re– vestidas de sus dolores, o,r¡noificad¡is con El. Su mik ón fué la de ser víctim11, víctima de\~mor por su Dips, víctinia de expia– ción por el mundo, y esto i é~plica 1 todo lo que ,hay: de extraor– clinario y excepcional en ' su' ,viqa; lo que le..da,entre las otras vírgenes, que siguen la comitiva del· ~,sppso, vn ' rango privile– giado, y confiere a su aureola un brillo- incÓmparable. · Margarita Martinengo, condesa de Barco, nació en Bres– cia, de una familia colaten;tl de la de San Luis Gonzaga, el S de octubre de 1687. Nació moribunda, y tuvo que ser bau– tizada apresuradamente en casa, sin poder ser llevada a la iglesia. Estuvo varios meses entre la vida y la muerte; Dios la sacó de aquel riesgo, pero se llevó al cielo a su santa . ma– dre. A,;í que tuvo una infancia triste, sin gozar de las caricias maternales, sino más bien de las visitas v cuidados de los médicos, a causa de los dolores y quebrant~s que sentía en su (·uerpecito. Cuan.do cumplió los cinco años, su padre dispuso u~ia gran fiesta en su honor, con ocasión de suplir en la iglesia las ceremonias del bautism,o solemne, que, como se ha dicho, no pudieron realizarse en el día de su nacimiento. En esa fies– ta cometió Margarita la primera falta, tal vez la única de su vida, que la miró como enorme y no la olvidó nunca, y la tenía siempre presente en todas sus penitencias y mortifica– ciones. Y sin embargo era una faltita bien pequeña. Al volver de la iglesia, viéndose en los grandes espejos del palacio de su padre con aquel precioso vestidito que la agraciaba mucho, y oyendo las aclamaciones de amigos y parientes, dándose cuenta del oro de sus cabellos y de la viveza de sus ojos, y de su andar como de una pequeña reina, y de todo lo que la ·- 101 -

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