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Refiere el P. Eusebio de Echalar, en sus notas retrospectivas, que una de las fuertes contrariedades sufridas por el P. Llevaneras, en la encrucijada de am– bos siglos, fue el fracaso de muchas vocaciones. Y que por este motivo dester– minó retrasar el Noviciado a los candidatos no clérigos, cuya formación cargó sobre su persona, en cuanto lo permitieron sus continuas ausencias. "Los frutos fueron admirables". Totalmente de acuerdo: Fray Junípero, Fray Francisco de Echalar, Fray Pachico, los Hnos. Oscoz, lo¡, Hnos. de Garzáin, Fr. Cornelio, Fr. Joaquín de Miranda, Fr. Jorge ... han sido testimonio irrefragable. Novicios profesos del P. Llevaneras, incluidos los 1 O que vistieron el há– bito en Sangüesa, ante sus ojos enrojecidos, 107; 68 de ellos clérigos y 39 her– manos legos. Suma hecha sobre las tablas confeccionadas por el P. Victoriano de Larráinzar, que facilitó aquellas otras cifras, exorbitantes, según creo. Inscripción en el Registro Civil Desde el 24 al 31 de octubre de 1894, visita el Ministro General, P. Ber– nardo de Andermatt, la nueva casa religiosa de Lecároz. Viene un tanto rece– loso. No suelen faltar individuos que se creen en la obligación de prevenir a la superioridad contra supuestos abusos en los inferiores. Al cabo de seis días de inspección, reconoce, con los celantes, que es am– plio el edificio; pero de sencilla estructura y adaptado a su doble destino de co– munidad religiosa y de colegio; puesto que se fundó como escuela seráfica y hontanar de vocaciones para las tres provincias capuchinas de España y sus Mi– siones de América y Oceania. Había a la sazón 112 alumnos, distribuidos entre preparatoria, seis cursos de segunda enseñanza y todo el ciclo de Filosofía. A su servicio, 6 Padres, siete coristas y 25 hermanos legos. El P. Bernardo de Artica, presidente de la frater– nidad, explica a los coristas el curso de Teología, según queda referido. No todos los colegiales son vocacionales; varios conviven y estudian con ellos por el interés de sus padres, católicos a carta cabal. Nada se diferencian unos y otros en su porte exterior: el mismo reglamento y un mismo uniforme (méme le costume; no lo define). Día y noche, en vacaciones y en curso, están bajo la tutela de los religiosos, puesto que también las vacaciones han de pasar– se en el colegio. Los alumnos que entran en religión están exentos del servicio militar, como los que cursan estudios en los conventos de Fuenterrabía y de Pamplona. Eso no obstante, esta fundación ha suscitado fuerte rechazo en Castilla, por considerarla opuesta a nuestro espíritu de pobreza y sus frailes reclaman el desgaje, por manera que Lecároz funcione como Colegio Misional, al margen de la jurisdicción castellana (en aquella sazón continuaba el P. Joaquín de Lle– vaneras en el cargo de superior provincial de Castilla). No parecen puestas en razón las protestas de los que se escandalizan por dos o tres cabalgaduras y media docena de vacas, más conformes con nuestra pobreza que los cuantiosos gastos originados por el simple acarreo de mercan– cía destinada a tan numerosa familia. Las circunstancias, remacha el P. Ander– matt, son las que mandan. Nada halló que empañe la imagen capuchina ni en celdas, ni en mobilia– rio, ni en ajuar, ni en indumentaria, ni en alimentación. 80

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