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de la tarde) se perdían a capricho. En el comedor se dispensaba el silencio los jueves y días festivos, de precepto o no de precepto. Cinco lectores se turnaban en el púlpito los demás días de la semana. Autores predilectos fueron Salgari, Navarro Villoslada, Spillmann, Julio Veme, P. Coloma y P. Feo. Finn, y las obras más apreciadas, Ben-Hur, Quo Vadis?, lvanhoe. Toda obra había sido pre– viamente censurada: en un paréntesis, a lápiz, se encerraba lo que no debía Íeer– se en público. Ejemplos: (¡Qué cabellos tan largos, sedosos y rubios y qué ojos más negros y expresivos!)". Al sultán lbraim se le suprimen dos páginas de sus historias del serrallo. ("¡Y ya sabes cuánto te amo!"); ("dotándome de luz para poder contemplar tu soberana hermosura...Mil veces volvería a hacer lo mis– mo, y más por merecer tu amor, que es una visión anticipada del Cielo)(Frases de "El Hijo del León de Damasco", E. SALGAR!). No menos meticuloso se mostró el P. José Miguel con " El Monje del Monasterio de Yuste": ...rodearon a la (hermosa) castellana, de cuidados y aten– ciones". ("Juan sintió que la mirada de Magdalena penetró en su corazón como el filo de un cuchillo..."), hasta nueve líneas. (Ella no me amaba! Ella no me amaba! fue todo lo que pudo decir)...tomó la resolución de ahogar para siem– pre los gérmenes de aquella amistad (estaba escrito: "de aquel amor"), etc. Des– de la página 307 se ha de pasar a la 311, porque en ellas se describe la lucha de la joven Magdalena, entre su promesa de hacerse monja y el amor que le manifiesta D. Juan de Austria, el hijo bastardo del Monje de Yuste. Aliaque eiusdem furfuris. Los lunes solía leerse, durante el desayuno, la página deportiva. Un día castiga el P. José Miguel sin vino y sin galletas a los de la sección 4ª por no haber entrado al comedor en.filas: en dos filas y con los brazos cru– zados se iba a los actos colectivos de iglesia, aulas, comedor, dormitorio, patio de recreo. Incumbencia más fundamental que complementaria del Prefecto de Disciplina fue la de orientador de los alumnos, mediante sus consignas públicas y privadas y con la colaboración de su equipo de vigilantes, en su conducta so– cial. Los jueves, antes del rezo del rosario, media hora de "Urbanidad". Véase MBC, 80 (1979), 20-23. En 1948 (no era rector ni prefecto el P. José Miguel) no pudo actuar ante los colegiales una pareja de prestigitadores porque intervenía una mujer, y fue preciso que se hiciera valer D. Pedro Turullols, para que el min prov autorizase un concierto del grupo mixto "Coral de Cámara" de Pamplona, el 13 de no– viembre de dicho año de 1948. Parece que, desde su actuación el 3 de diciem– bre, fiesta de San Francisco Javier, se fueron disipando (o sublimando) ciertos escrúpulos cenobíticos. Todavía en 1959 se consideró motivo de expulsión haberse largado a Eli– zondo un par de muchachos, sin permiso. Con el incendio del vetusto caserón (noche del 9 de dbre. 1962) pudieron quemarse algunos otros vestigios (deleznables). No prosperaron las rudas pro– testas que, por presunta relajación disciplinar, se habían dirigido, un año antes, a las más altas jerarquías de la Orden capuchina, desde este Colegio de Lecároz. A partir del curso 1979-1980, no solamente se conceden a los alumnos puentes de hasta tres ojos, cuando la ocasión se presenta, sino que, por razón laboral, se declara obligatorio el week-end familiar, fuera del Colegio. ¿Qué sentido podría tener hoy aquel externado de los años cuarenta, tan 294

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