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nual, socorrismo, confraternización y cuanto les fue posible cumplir de las con– signas que difundía el escultismo nacional y de fuera de las fronteras . Se lanzaron a confeccionar su revista SAYOA, informativa y orientadora, vibrante y juvenil en sus ocho números completos. En la revista colegial de aquel tiempo (años 1959-1960 y 1963-65) pueden leerse interesantes referencias. Disciplina No es un código de premios y de castigos, sino el proceder ordenado, in– dividual y colectivo. Sistema disciplinar, los medios a que se apela para mante– ner la disciplina. Con la visión binocular se tiene la sensación de relieve. En la perspectiva histórica del Colegio de Nª Sª del Buen Consejo de Lecároz habrá de tenerse a la mira su carácter de internado, originariamente vocacional, y los imponderables sociales de los tiempos. Hasta el año 1908, apenas si algunos privilegiados disfrutan de breves va– caciones estivales con su familia; en 1927 se aprueban las vacaciones navideñas y desde 1940 las de Semana Santa. Y aunque no pocos de los antiguos alumnos confesaran que en su vida habían pasado mejores Navidades que las del Cole– gio, difícil es sustraerse a la literatura del encierro y del rigor disciplinar. Sin embargo habrá resignación, nunca cárcel, antes de las Crónicas de la posguerra, cuando se llega a tres "liberaciones" en los largos paréntesis vacacionales . Aunque desde las primeras consignas del fundador Llevaneras se exclu– yeron los castigos corporales (un par de sopapos o mojicones no entran en esa categoría) bien pudo suceder, en cien años de internado, que a alguno se le fue– ra la mano; nunca sin embargo tan duramente como llegué a observar en mi experiencia extra colegial. Sin que valga como justificación lo que no la tuviere. Escribió D. Gerardo Plaza que los culpables temblaban ante el Rdmo. P. Joaquín Mª de Llevaneras. Ordinariamente bastaba su presencia; en casos ex– tremos parece que recurría a un castigo que "era una verdadera tortura": dar vueltas alrededor del farol plantado en medio del patio, durante la tarde del jue– ves, en tanto que sus compañeros colegiales disfrutaban de la libre naturaleza y de una suculenta merienda, habitual los días de paseo. Consideraba Llevane– ras faltas gravísimas los juegos de manos, las riñas, los motes y apodos y hasta el intercambiarse en la mesa, vino, postres, etc. (El P. Llevaneras apenas escri– bía cuatro líneas sin algún etc.). Se recurrió con excesiva frecuencia a la copia de ave marías o de alguna frase del Reglamento. Convenían los prefectos PP. Dámaso y José Miguel en la eficacia de obligar a la recitación pública, desde el púlpito del comedor, de la norn:ia disciplinar que se había infringido y que tenía que proclamarse de memona. La segunda prefectura disciplinar del P. José Miguel corrió desde el año 1936 (hasta con gobierno temporal del Hospital "General Mola") al 1942, en que fue nombrado Rector del Colegio. La lectura mensual de premiados y pe– nitenciados por razón de las notas en conducta y en aprovechamiento continuó con la solemnidad de un acto ritual. Ni sesiones de cine ni recreos (el segundo 292

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