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el auto de Navidad en Bilbao, salón parroquial de los Santos Juanes, con ex alumnos de la zona, en varias ocasiones. Destacable es así mismo el cultivo del teatro vasco; el librero J. Baroja proporcionaba cinco obritas en 1910, de las que dos se representaron al año siguiente. Poco a poco se frecuenta más el teatro vasco, encontrándose estos títulos: Antón kaiku, Au ostatua, Abek istillubak de M. Sorna, Moroi jatorra de A. Larraitz, Jesuseo Jayotsa de Lushemendi, Olentzero de R. Illarramendi, Onentzero Gaba de Iraola.. . Se las utilizó preferentemente en las veladas que desde el año 1920 se celebraron para premiar a los mejores estudiantes de vas– co: la presidió el primer año Vicente Zulaica, como Diputado, R. Mª Azkue, P. Dámaso de Inza, José Aristimuño los siguientes; fue máxima la representación el año 32, con José Antº Aguirre, J. Aristimuño, Eloy Tejada, R. Mª Azkue, etc. El programa se desarrollaba según la misma pauta: tras la salutación, actuaban músicos y a veces danzaris, representación después de una obrita teatral y dis– tribución de premios a los mejores. El P. Emiliano, aun conservando algunos títulos de años pasados, apues– ta por otros autores, pero el cine mina el atractivo de la escena, la regresión es irreversible y para el año treinta las comedias han sido casi postergadas. El cro– nista Saiz dice en 1928 (2-nov.) "empieza el reparto de las latosas comedias. ¡Qué mala cara ponemos algunos al entregársenos el papel!. Se va apagando poco a poco el fuego que antes había por hacer come– dias". Al acordarse en 1931 que los alumnos regresen de vacaciones navideñas el 7 de enero, desaparece el último reducto. No se extinguió la llama ni siquiera durante los años de la guerra gracias a los empeños entre otros del P. Miguel de Huarte. Por el año 43, el cronista de la hoja Lecároz, se lamenta: "Hoy el teatro ha perdido su tradición en el colegio, suplantado por el cine, recurso fácil, e imposibilitado por las tareas abrumadoras de un bachillerato sobrecargado, aun– que hay quien se afana por resucitarlo". Al año siguiente se alboroza: "Se va propagando como antaño la afición a las tablas ¡No todo va a ser cine! ¡Ya te– nemos teatro!" El esforzado de turno era el P. Policarpo de Aibar a quien se– cundaron luego otros profesores. En otro lapso de mutismo teatral, el cronista Falcó (1954) puntualiza "es de advertir que en esta primera comedia de Muñoz Seca éramos casi todos los actores novatos en las tablas por lo que el P. Jaime director de escena tuvo que desvivirse". No fue sencilla la tarea en estos años; las reválidas, los Preus, los sucesivos planes de estudios menoscabaron los re– cursos de los alumnos; la colaboración de varios profesores aún logró pasajeros entusiasmos con alguna zarzuela apenas tenida en pie. El aire de renovación del 63 produjo un resurgimiento mantenido por el fervor del P. Daniel de Es– tella y con la ayuda de P. Agustín de Zumaya se inscribieron otros nombres en el teatro, Martínez Sierra, Jardiel Poncela, Alfonso Sastre, J. Mª Arozamena, C. Llopis... Con la inauguración de los nuevos edificios se inició la transición hacia un nuevo modelo de veladas. La participación numérica es mayor, diluyéndose totalmente el relieve de cada grupo; las veladas de Navidad y fin de curso, úni– cas siempre vivas, han quedado definidas: conjuntos instrumentales, flautas, acordeones, cantores pequeños y medianos y coro general, escenificaciones, sket– ches, recitados y mimo sirven para iniciarse frente al público; los alumnos de 284

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