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Albeniz y _Granados (Ereño dio, en una ocasión, la serie completa de danzas); los prelud10s vascos del P. Donostia interpretados por él o por Olazarán se hi– cieron oír con frecuencia; la tradición avasallada por las nuevas modas y técni– cas, empobreció aunque no la dejamos extinguir mientras se utilizó el salón an– tiguo del Colegio. Espigando crónicas y programas encontramos nombres de alumnos que teclearon o tocaban otro instrumento, acompañados por Donostia, Hilario, Ere– ño, Bautista de Arrona, Agustín de Zumaya u otros. Son botón de muestra de la primera época, los hermanos Roteta, Pablo lrigoyen e Ignacio Arrate, Eulo– gio Echandi, Asían, Odriozola y Rodríguez Picabea, de la década del treinta Tu– rullols y Mancisidor, Gúrpide, Gracenea, los hermanos Eguillor, y mé.s tarde C. Echeveste, J. Mª Zugasti y otros. Muy interesantes fueron así mismo las intervenciones de instrumentos so– listas acompañados por el piano o formando pequeño conjunto. Los alumnos se lanzaron a volar por su cuenta y, tempranamente imita– ron los grupos musicales al uso. La Jazzband de 1934 fue presumiblerr.ente el primer conjunto al que siguieron otros muchos bautizados con nombres ooerran– tes o exóticos: Los Howard dirigidos por C. Echeveste el año 49, Los Penja– mo's boys con J. Mª Cuesta al acordeón (1953), Los Blue Boys con d mago del saxo A. Mendía y sus hermanos Kotoño y Javier (59), la orquestina del 61 integrada por los Mendía, J. Mª Zugasti, J. L. Turullols, Javier Asirón, J . Feo. Quiroga y Miguel Carreño Schmelter, cantante que se hizo popular con el nom– bre de Mycky que participó en el eurofestival, Los Beatles que no eclipsaron a los de Liverpool (65) Los Mok-kos con Esteban Santos que formó parte del gru– po del eurofestival y otros varios de efímera existencia por los años ochenta, que si no mantenían la antorcha encendida, la hacían destellar de tarde en tarde. Conciertos y audiciones No pormenorizamos los ejecutados por elementos del propio Colegio que suman muchas docenas, quizá cientos, sino aquellos en que toman parte instru– mentistas huéspedes. El 27 de agosto de 1904, D. Joaquín Larregla, en su primer conci::rto en Lecároz "interpretó diez piezas escogidas, dejando al público ebrio de entusias– mo"; el tenor Larrañaga se cuenta como el iniciador de los recitales de música vocal en 1905 y 1906, y el organista F. Eleizgaray el que inoculó el veneno por el órgano, llevándose a todos, estudiantes y profesores, a Irurita para el con– cierto en el órgano recién instalado "con gran admiración de los que le oyeron que por cierto eran muchos y algunos entendidos" (P. Emiliano). En la imposibilidad de extendernos, dejaremos una escueta relación. Larregla volvió a sentarse al piano en tres ocasiones más (1907, 1919, 1923), el gran pianista Ricardo Viñes dio un memorable concierto el 3 de octLbre de 1916; el espectacular Emerik Stefaniani ofreció en tres fechas, al menos, "estu– pendo, delicioso, morrocotudo concierto" interpretando Izketan y Eztei:-taldea (30-VII-18, 6-X-19, 16-X-20); el cegamés Tellería se lució también un par de ve– ces (8-1-18 y 2-11-29); Luis Galve al alimón con Nicanor Zabaleta asombraron con un "magnífico concierto" el 26-VIII-30; Pedro Espinosa nos deleitó con su concierto "recordando a Viñes" en 1976, repitiendo sus actuaciones en 1979 y 1984; Juan Padrosa homenajeó al P. Donostia en 1982, y en 1983 puso un pró– logo de oro en la ceremonia de la Encomienda del P. Eulogio. Las crónicas con- 277

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