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El trienio 39-42, primer rectorado del P. Serafín de Tolosa, puede decirse que se vivió con optimismo y con ilusíón. Ni agobiaba la disciplina, merced a su talante humanitario (aunque no siempre perceptible), ni molestaban ciertos vestigios de escuela seráfica, ni fastidiaban tanto los libros de texto que hasta en los recreos hacían compañía al aproximarse los exáme:1es. Cierto que no fal– taban contratiempos; tampoco ilusiones que el niño, felizmente , se las crea sin cesar. A veces costosas (no me atrevo a calificar de irracionales) come la del muchacho que, para vivir unas horas "cabe el tráfago mundanal", se hace arran– car una muela en Elizondo. Salvo el escrúpulo de los censores, hubo sesión de cine los domingos y fiestas de guardar y aún algunas de no guardar (que fueron media docena); menudearon las competiciones futbolísticas, con gran afluencia de público, animadas por equipos de excolegiales (lrún, San Sebastián, Pamplo– na), por los de la regata desde Elizondo a Vera de Bidasoa y por el de Inge– nieros de Otsondo y el del llamado "Batallón de trabajadore3" de Meaca. "Ta– ller de deportistas" se definió al Colegio de Lecároz, gobernado por el maestro y artífice, P. José Miguel de Aldaz. Se habilita el salón de Dibujo para salón de juegos (ping-ping, billar, y los de tableros y fichas); se alternan los ratos de ocio, en los días desapacibles, con la lectura de novelas y libros de aventuras (los de formación sestean), que ha puesto en servicio la recién estrenada Biblioteca Circulan:e, formada por el P. Calasanz de Urdax (Rodrigo Echenique). Días de campo t;.-adicionales al Mi– rador de Baztán (falta gasolina) y Otsondo; realce cultural en las fiestas patro– nales de 1940, con las intervenciones de Federico García 3ánchiz, Juani~ Era– so y Miguel Echeveste, en sus especialidades de charla, canto y órgano; y en las de 1942 con el recital espléndido de los "Ochotes" de Iruña. La gimnasia rítmica a los acordes de la Banda de Elizondo y los bailes vascos al ritmo mar– cado por el equipo colegial de txistalaris. l. 4. Retorno póstumo Desde el mes de julio de 1942 al de 1945 ejerció los cargos de rector y de administrador del convento y colegio de Lecároz el P. José Miguel de Aldaz. Antes de resignar el mando, quiso rendir especial homenaje a quien ha– bía sido su director, su maestro, su protector y patrocinador, al Rdmo. P. Joa– quín de Llevaneras, que en todo le mostró señalada predilección por su docili– dad, su piedad sin gazmoñería, su sentido del orden y su natu::-al despejo. Cuan– do colegial, estuvo al frente de un grupito selecto, que pasaba sus horas de es– tudio en una reducida dependencia próxima a la rectoral, "libre del contagio de la masa"; noviciado y carrera eclesiástica en Lecároz, co::no los Zulaica, Juan– martiñena, Rodrigo Echenique; y no en El Pardo, como Arocena, Leyún, Iru– rita, Maisterrena, que alternan su estancia con el Colegio de Lecároz. De sus cualidades como profesor de Matemáticas y como garantía del orden hizo su elogio el vice rector y prefecto de !os estudios, P. Xav:er de Sangüesa. Cuando no se había aún planteado la disolución del Distrito Nullius ma– nifestó Llevaneras al P. Andermatt que 5U deseo era de morir en él, si Dios qui– siere95; y en sus cartas desde Roma, al rector P. Joaquín de Beriáin, no dejó de cambio de cochinillos para engorde (a. 47-48); se cambian 6 sacas de harina por 600 Kgs. de ju– días rojas. 95. Lecároz, 15 de enero de 1903, Rdmo. P. Joaquín M' de Llevaneras al Min. Gral. P. 223
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