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Fray Bernardo de Zugarramuró, cerciorado de lo que se había terciado entre los dos Joaquines (el de Llevaneras y el de Lecároz) y bien informado, por sus jornadas como limosnero del ambiente propicio Jaztanés, había urdido entre tanto la que él consideró grata sorpresa para el superior provincial regre– sado del Extremo Oriente. Pretextando, con el fin de evitar suspicacias de su guardián, P. Rafael de Pamplona, urgencia de acopiar material con que frenar las erosiones del Arga en la huerta del convento, se encaminó, el 15 de julio de 1887, al pueblo de Arraiz. Expuso a su amigo el párroco D. Martín Aldave, el objeto de su caminata y le pidió cabalgadura para el resto del viaje, porque los pies se le negaban. Trató el cura de disuadirlo, por parecerle no ser empresa propia de un simple hermano lego; hospedóle, prometió guardar secreto y al día siguiente, 16 de julio, le facilitó la cabalgadura, que Fr. Bernardo despidió, con el mozo, desde Almándoz, por sentirse ya dueño de~ tiempo y del espacio. Sospecho (la imprecisión cronológica del relator Fr. Bernardo me impide asegurarlo con mayor firmeza) que le interesaba mucho tener resuelta su baza antes del regreso de Llevaneras, porque, en caso contrario, bien podría incli– narse por la villa de Guernica, en donde una devota señora había puesto a su disposición casa y tierras. Mostróle D. Joaquín Plaza los términos de la fuente de Achoborro y de Anchonea; pero Fr. Bernardo, que no los juzgó ventajosos, prefirió parlamen– tar con don Martín Miguel lrigoyen, amo de Caracochea. Diose maña para sa– carle "de la sala" en que estaba merendando con los peones, durante un des– canso en la trilla del trigo. En un primer acuerdo, acomodóse el .señor Irigoyen a ceder una parcela en el extremo oriental de sus fincas, 10 peonadas a título iratuito y el resto com– pensado mediante permuta con lote, bastante más valioso, cedido por D. Joa– quín Plaza. Se completó el solar, sobre el que habrán de levantarse la iglesia y los dos pabellones, el conventual y el colegia , con terreno colindante de Achoborroa, cuyo dueño D. José Zaldarriaga se desprendió generosamente de 5 peonadas, en tanto que su hermano, D. Miguel Zaldarriaga, capeEán de monjas en Ber– langa de Duero (Soria) cedió otras 15 de las que le corretpondían por herencia. "Hay que agradecer mucho a los de Abochorro -comenta Fr. Bernardo al cabo de años- que vendieron tierras sin necesidad de dinero, por el módico precio de 150 pesetas la peonada; en cambio a Caracoch se le tuvo que dar con ven– taja, en otro sitio, fuera de las 10 pernadas de limosna, terreno equivalente en extensión al que cedió al final de sus fincas; pero aunque se le conmutara con ventaja para él, nos hizo un buen servicio". La peonada equivalía a 374 metros cuadrados y se cotizaba a 50 duros (Fr. Bernardo). En el relato de Zugarramurdi parece tratarse de hechos consumados. Lo eran cuando él los narraba (años 1905 y 1915), no en julio de 1887. El 14 de septiembre se presentaba en Lecároz el P. Llevaneras, con el industrioso limos– nero y con el director de los teólogos de Pamplona, P. Angel Villava. Hasta Mu– gaire viajaron en el coche de caballos del Sr. Maisonave, que, en su viaje a Vera de Bidasoa, los recibió como huéspedes de honor. D. Joaquín Plaza había sido prevenido a tiempo por un propio que costeó el párroco de Almándoz, a peti– ción de Fray Bernardo. Sobre tres casas recayeron los gajes de la anfitrionía: la de D. Joaquín, en que se alojaron; la del coajutor D. Francisco Aguirre, coo- 19
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