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y Tomás de Elduayen; intérpretes (instrumentistas y vocales) casi todos los de– más profesores. Fue preocupación del P. Llevaneras la presencia, en aquella redu::;ida fa– milia religiosa, de al menos un confesor de lengua euskara, porque le pareció entender que más de un ochenta por ciento de los penitentes se expresaban en ella. Procedían la mayor parte de los profesores, desde los tiempos del coris– tado, de tierras vascófonas: Aldaz, Andoáin, Azcoitia, Azpilcueta, Lar::-áinzar, Lecároz, Rentería, San Sebastián; y los que no, se acooodaron al peso de la mayoría, no por inercia, sino por una cierta afinidad tradicional. Los PP. Mi– guel de Alzo, Policarpo de Iráizoz, Atanasio de Pamplona, son de otra genera– ción, no troquelada en Lecároz. El último campeonato de pr:mera categoría de navarros contra el combi– nado guipuzcoano-vizcaíno debió de ser el que dio fin, con el triunfo de los pri– meros, en el partido de fútbol de 20 de mayo de 1923, que les valió :a copa "Zulaica", primer trofeo de alguna entidad. En 1925-26 se pretende organizar otro de análoga rivalidad. No se refiere en qué acaba. En 1929 juegan vizcaí– nos contra navarros y guipuzcoanos y en 1930-31, guipuzcoanos contra navarros y vizcaínos. La formación de estos equipos no significa directamente sino calidad y cantidad de futbolistas en cada grupo regional; sin embargo no puede menos de relacionarse con la importancia numérica de cada unos de ellos. Con riesgo de engaño; porque ya en 1919, el P. Joaquín de Beriáin. informaba a ru suce– sor en el rectorado, P. Eusebio de Azp2lcueta, que 2/3 del alumnado estaba cons– tituido por guipuzcoanos y vizcaínos. Navarra continuaba superando a las otras provincias tomadas una a una y no por mucha diferencia con respecto a la de Guipúzcoa. No ha de colegirse de lo precedente un entusiasmo general por todo lo vasco; pero el ambiente era lo suficientemente propicio, hasta en su relatva neu– tralidad, como para que un puñado de fervientes regionalistas apostaran por lo más culto de su tradición: lengua, música, danzas. No sie::npre con la dis-creción requerida. Desde el P. Azpilcueta, según quedó consignado, se orpnizaron clases de euskera en cursos que, hasta finales de abril, coincidían con el escolar: unos alumnos, los más, acudían una o dos veces por semana; los otros (como una tercera parte), diariamente. Explicaban, por ejemplo, en dialecto guipuzcoano con clase diaria el P. Simón de Arrona; bisemanal, P. Emiliano de Andoáin y el P. Hilario Olazarán; semanal, su hermano, el Pater Augustinus; semanal, del dialecto vizcaíno el P. Gregorio de Aldaba y bisemanal el P. Eusebio. "A éstos se añadió el P. José Mª de Medina" . A los P.P. Gregoric de Aldaba, misionero en China y Simón de Arrona, en Chile, sustituyen los P.P. Bonifacio de Atáun y Miguel de Alzo. Las instituciones culturales más representativas (Eusko-lkaskuntza, Eus– kal-tzaindia, Euskal-Esnalea, Jaungoiko Zale, Euskeraren Adiskideak) emían sus delegados, que intervienen con la palabra y con algún donativo de galardón, en el reparto de premios, culminación del feltival de euskera. Aunque no faltara entre los filólogos algún que otro político descollante, los ataques contra la presunta infidelidad monárquica y nacional del Colegio de 167
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