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to y su satisfacción por las lecciones, que nunca son a palo seco, sino que se ilustran con diapositivas o arpegios: alpinismo, brujas, prehistoria, Mozart, Schubert, Fra Angelico, el Greco, aerostática, química industrial, danzas en el País Vasco, deporte, microbios, Arte Románico en Navarra, el canal de Pana– má, Exposición Internacional de Barcelona.. . Más de 40 conferencias desde el 20 de noviembre de 1927 al 24 de abril de 1932, con el exitazo del archivero de Navarra, D. José Mª Huarte. No menos c:1plaudidos fueron los PP. Donosti, Olazarán (Hilario y Agustín) y los señores Miguel Salvador (académico de Be– llas Artes), Victoriano Juaristi, Martín de Anguiozar, Andrés Espinosa, Luis de Villalonga, D. Francisco Urcola, Joaquín Canalejo,... y el conjunto músico de Rentería, con su artesano instrumentista, D. Gregoio Lizaso. Referencias ade– cuadas, en la revista "Lecároz". El ingeniero y pintor, Sr. Lagarde, de San Sebastián, hizo una brillante exhibición de sus destreza en el manejo del pincel ante los asombrados colegia– les que contemplaron el nacimiento plástico de las más variadas escenas por el embrujo del artista. Obras Muchas fueron las mejoras que logró llevar a cabo el P. Eusebio de Az– pilcueta, pese a ciertas estrecheces dinerarias; quizá la más importante fue la enfermería colegial, tan moderna en sus instalaciones que no pareció al Dr. Olaortúa hubiera en ningún colegio de España otra que se le pudiera compa– rar. Hizo trasladar el matadero, desde la huerta a su emplazamiento actual. Y dejó a su sucesor proyectos de reforma, que podían haber tenido una trascen– dencia definitiva, como fue el de los arquitectos D. Lino Plaza y D. Francisco Urcola, firmados en Lecároz el 10 de abril de 1924 y admitido por el rnin. prov. P. Ildefonso de Ciáurriz, y sus fabriqueros (o asesores de obras), PP. Antonio de Iroz y Joaquín de Beriáin. Se aprovechó una parte, fundamental para afian– zamiento de todo el edificio y para mayor comodidad de los colegiales. El 5 de diciembre de 1924 inaugura el nuevo Rector, P. Dámaso de Eli– zondo, la sacristía nueva, cuyo proyecto y presupuesto se había encomendado, en 1922, al ebanista de Pamplona, Sr. Artieda. Obra de D. Fermín Istúriz, en roble de Ulzama y pinotea. En tanto que los señores arquitectos, acompañados del "aparejador" Fray Francisco de Echalar, encargado de obras, a las órdenes de D. Lino Plaza des– de 1898, examinan y anotan los fallos de construcción, se van realizando mejo– ras de menor cuantía. Denuncian carga excesiva sobre las columnas, tabiques levantados sobre simple entarimado, vanos, entre vigas, superiores a los cuatro metros, divisio– nes de locales que deberían hacerse de ladrillo, en vez del entramado de made– ra, con listón y cielo raso, peligroso en caso de incendio. Se emprenden las reparaciones más apremiantes en los pisos y se conti– núa la excavación y apuntalamiento del sótano, en donde se había ya montado un espléndido guardarropa, cuya inauguración son incapaces de reseñar los cronistas. Y, aunque, según el dictamen del señor galeno, se disponía de "once cuar– tos de baño, completos, de inmejorables condiciones, con agua caliente y fría en abundancia", se procedió inmediatamente, de acuerdo con el proyecto Pla- 164
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