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escribe desde Burgos, en donde practica con los capuchinos franceses su lengua ultrapirenaica, que no consentirá sobrepase las 980 pesetas, por parecerle ama– ñadas las cuentas del administrador. Suspicacia cazurra, desmentida por las de– claraciones de su compoblano, el cual arguye que si en 1914 se cobraban 620 pesetas al año, debiera fijarse la pensión, dada la carestía de la vida en un 90 o en un 100%, por lo menos en 1.240 pesetas. Repárese que aún continuaban los colegiales en Lecároz desde el primero de octubre a la primera quincena de junio. Y que se respetaba la tradición de dos principios jueves, domingos y fies– tas de guardar y de paseos privilegiados (cierto, no todos los del año). Con muy buen sentido propugnaba el P. Rector, Eusebio, la convenien– cia de un remanente anual, tanto para mejoras inexcusables en "conservación y entretenimiento" y en adquisición de material, como para compensar, aunque módicamente, al Colegio Seráfico de Alsasua, vivero de vocaciones necesarias en Lecároz. Apenas llega a abrirse ejercicio, sin que el administrador, P. Pedro de Lei– za, se vea obligado a presentar batalla; sus contendientes (padres rector y dis– creto) se resisten a subir la pensión. En 1935 accede el rector, P. Pascual de Pamplona, a fijarla en 1.200 pesetas, con aumento anual de cien. Cuatro años más tarde, cuando se disparan los precios como consecuencia de la guerra civil, todavía humeante, se llega a las l. 700 pesetas anuales, más otras 100 por gas– tos ocurrentes (laudable eufemismo administrativo). Vuelve a remangarse el padre administrador en 1941: ¿Cómo puede ajus– tarse en 2.160 pesetas la tarifa anual por alumno interno, cuando no debiera ser inferior a las 4.272? (Esto sí que es ajustar). Es lo que se deduce del cotejo con el año 1935, por la relación de precios, en la cesta de la compra, de 1 es a 3,56. Por ejemplo, el kilogramo de alubias encarece de 1 a 7 pesetas; el de carne, de 3,30 a 9; el de manteca (imprescindible en la tortilla "Le– cároz"), de 2,25 a 16; la docena de huevos de 2 a 10 pesetas, etc 25 • Por idéntico escrúpulo o temor a excederse en la tasa, se vio precisado el administrador (que no es el P. Pedro de Leiza) a recurrir, en mayo de 1946, a la caridad de las familias en demanda de 250 ó 300 pesetas, con que enjugar el déficit del presupuesto del año escolar próximo a cerrarse. A partir del curso 1948-1949 se añaden "Honorarios de Enseñanza", que se estrenan con 100 pesetas mensuales de arancel. Con los nuevos hábitos sociales, se fueron acortando las estancias de los alumnos en el Colegio y alargando los guarismos. La nueva obra ha sido muy costosa, pero inexcusable. Es de justicia, y no simple galantería, consignar que en ninguno de los períodos de aguda crisis económica (posguerras europeas y española) faltaron generosos bienhechores; por ejemplo, durante el período angustioso de 1920-1922, el industrial D. José Antonio Zulaica facilita créditos sin interés has– ta de 50.000 pesetas y larga un donativo de otras 5.000; D. Valentín Alberdi, de Azcoitia, sufraga importantes obras de mejora en la cocina y en la enferme– ría colegial; D. José Mª Urquijo supera en 9.000 pesetas el pago de la pensión de sus tres hijos (el cuarto se agregó más tarde); las familias lturria (D. Meli- 25. A(cta del) D(iscretorio), 134, en ACL; "Copiador de cartas, t. 69, fol. 437. 156

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