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CELEBRACION CENTENARIA Allá por el año 1916 festejaba el Colegio sus Bodas de Plata, 25 años des– pués de que comenzaran a impartirse las primeras clases. En 1941 conmemoró sus Bodas de Oro y en 1966 las de Diamante. Por elemental cálculo matemá– tico, parece que habría que haber esperado hasta 1991 para imponer al Colegio el rotundo calificativo de centenario. Pero, sin embargo, ha sido 1988 el elegi– do, al cumplirse los 100 años de la colocación de la Primera Piedra. Decisión que vino impuesta por la vía del hecho consumado cuando el P. Narciso Gil encargó la impresión de unos millares de pegatinas, a cargo de la tesorería de Ex-colegiales, con las fechas 1888-1988 campeando en el escudo del centenario. Y muchos hemos sido los que posteriormente hemos lamentado que sus prisas por anticipar la celebración del Centenario se hubieran quedado cortas para que él pudiera celebrarlo. En el seno de la Comisión Preparatoria se aceptó desde el principio que esta efemérides tan singular debía ser protagonizada por todos cuantos integra– mos la gran familia de Lecároz, sin distinción de presente y de pasado, y que, huyendo de vacíos triunfalismos y relumbrones, debería servir para resaltar y reconocer la ingente labor de esta institución educativa que a lo largo de cien años de fecunda historia ha cumplido, sin quiebra notable, con su objetivo emi– nentemente cristiano y humano en la formación de algunos miles de hombres. Formación que, por forjarse en el singular clima de internado, ha marcado ca– rácter, ha dejado esa huella imborrable que identifica a todas las generaciones que han estudiado, disfrutado y, por qué no, también sufrido en Lecároz. Re– petidas veces hemos afirmado, ante las desenfocadas preguntas de los medios de comunicación, que el Colegio se siente más orgulloso de los hombes que ha formado que de los nombres que más tarde han podido destacar. Los primeros son, sobre todo, su timbre de gloria. Y es que el protagonismo, de título o ape– llido, no ha impresionado por estos lugares, a pesar del carácter elitista que, mu– chas veces de forma elogiosa, quieren aplicar algunos a Lecároz. Dado que la familia lecarocista es multitudinaria, ruidosa y bastante com- 11
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