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-58- legio y Seminario tiene sus reglas, sus estatutos y pro– gramas bien detallados y yo no tengo la pretensión de modificarlos, ni hacerlos mejores. Solo quisiera llamar la atención de los Rectores y Directores de los Institu– tos misionales a fin de que tuvieran cuidado de adaptar la educación a las aptitudes naturales y morales de ca– da alumno y al género de apostolado a que se han de dedicar. Aun la misma cuestión del clima es un detalle, que no conviene olvidar, ya que cuando uno está en un país apropiado a su organismo se vive mejor y más tiempo y se trabaja con mayor fruto. Todo esto natu– ralmente exige l en la persona encargada de educar y dirigir a los aspirantes no solo experiencia y obser– vación sino también, en cuanto sea posible conocimien– to del terreno en que han de trabajar sus subordinados. Hay en efecto países en los cuales se necesitan carac– teres fuertes, animosos y llenos de vida; en otros es necesaria una mayor preparación científica; en algunos los peligros morales son más frecuentes y exigen por lo tanto una virtud mucho más sólida. De aquí es fácil concluir que para que un educa– dor de misioneros pueda tener éxito, debe permanecer en continuo contacto con los Vicarios y Prefectos Apos– tólicos, que gobiernan las misiones afiliadas al propio Instituto. Ellos conocen mejor y más de cerca las nece– sidades y múltiples condiciones de los lugares y saben indicar a punto fijo los medios más conducentes al buen éxito de la educación misional.
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