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-53- plimiento de los deberes del ministerio sacerdotal.» (Ex Secretaria Status, die 2 Julií 1912). 3. 0 Todo sacerdote es también misionero.-De donde concluimos que si para la vocación sacerdotal bastan la idoneidad y la recta intención, no debe pe– dirse más a la vocación misionera, ni al aspirante a mi– sionero. Y lo mismo puede decirse de la vocación reli– giosa. Y como la vocación misional se ingerta de ordi– nario sobre la sacerdotal, podemos decir, que ambas des– cansarán sobre un solo concepto, el del apostolado. Creo que no se medita bastante en la idea de r1ue sacerdote y misionero son la misma cosa, teniendo ambos la mi– sión de salvar las almas redimidas con la sangre de Je– sucristo. Ahora bien, así como no hay dos clases de al– mas que necesitan salvarse, unas redimidas y otras no, así tampoco puede haber dos clases de sacerdocio, uno que obligue a ir a regiones lejanas y a predicar a los in– fieles y otro que permita vivir a los sacerdotes una vida tranquila en las parroquias, en los conventos o en el se– no de sus familias. La evangelización de los pueblos in– fieles es parte esencial en el programa de acción dejado por jesucristo a su Iglesia y que esta ha ido realizando celosamente a través de todos los siglos. Por eso todo sacerdote, en el mero hecho de serlo, debe ser, según los deseos del corazón de jesús un apóstol en et verda– dero sentido de la palabra, apóstol de los que están cer– ca como <le los que están lejos, tanto de los pueblos

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