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-51- ción que se siente entre el deber y la ptopia conciencia, entre uno mismo y Dios. Si sintiéndote llamado, no sa– bes, como el joven ¡Samuel, distinguir bien la voz del que te llama, es decir, que no sabes si es Dios o los hombres, vete a Elí, quiero decir, a un piadoso y ex– perimentado confesor o a otra persona seria de tu con– fianza y espera la contestación que te dará la oración y~la experiencia. Si como es de suponer te confirman en tu vocación, preséntate humildemente a tus superio– res, exponles tus deseos, pídeles la, gracia de pasar a uno de los centros de formación y empieza allí, cuanto antes, tu educación misional. Pero durante ese tiempo en que tú vocación se ve combatida por todas partes, yo te aconsejo, joven aspi– rante, que ores mucho y con gran fervor. 'El demonio sabe muy bien lo que tpara él significa un misionero más o menos, y hace todos los esfuerzos posibles por que fracasen las vocaciones. 2° Una cuestión que hace a nuestro caso.– Para más animar a los aspirantes a misiones y tambien para que sirva de norma a Confesores y Directores de jóvenes, que se encuentren en el caso de dar su juicio acerca de la seriedad de una vocación misional, creo útil referir la cuestión suscitada hace algunos años en– tre el Obispo de Cormont y el Canónigo Lahitton, a propósito de las vocaciones sacerdotales. Su aplicación a nue~tro caso será muy fácil.

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