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-47- 3. 0 Los fines secundarios no se oponen a la se– riedad de una vocación.-Lo más que puede existir, junto con el celo de las almas y el honor de Dios, es el deseo de conocer nuevas tierras, nuevos pueblos, nue– vas costumbres, el viajar por mar y tierra. Podrá te– ner algún otro fín más o menos científico, pero todo es– to es muy accesorio y muy secundario y por lo tanto no daña mayormente a la seriedad de una verdadera vocación misional. Son cosas que aunque no sean la vo– cación, acompañan con frecuencia a la vocación y que siendo por lo tanto muy accidentales tienden a desapa– recer con el tiempo. Por otra parte ¿quien se atreverá a afirmar que al seguir los apóstoles a Jesucristo lo hicieron completa– mente libres de fines secundarios? Si hemos de creer lo que dice el Evangelio necesario es confesar que no foé así y sin embargo nadie podrá dudar de la seriedad de su vocación. Así es que el educador debe, como el Divino Maestro, guiar, corregir, espiritualizar los fines demasiado humanos que sorprenda en sus jóvenes edu– candos, sin turbarse, ni escandalizarse por ello. No es útil ni provechoso para nadie hacerse el fariseo de las vocaciones misioneras exigiendo en los aspirantes una perfección que solo con el tiempo se consigue. 4. 0 Extrañas revelaciones de una vocacwn misional.-Otras cosas son a las que el Director debe atender cuidadosamente antes de dar su permiso para
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