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-44- CAPITULO II Cómo se conoce una vocación misional 1. 0 Las señales de la vocación.-2. 0 El celo de las almas.-3. 0 Los fines secundarios no se opo– nen a la seriedad de una vocación.-4. 0 Extra– ñas revelaciones de una vocación misional. 1. 0 Las señales de la vocación.-La vocación de apóstol va casi siempre acompañada de algunas ma– nifestaciones que la descubren y en las cuales debe fi– jarse el educador de la juventud. Esas man:festaciones ni son siempre las mismas en todos los individuos, ni tampoco son infalibles. El educador experimentado se sirve de ellas al modo que el geólogo juzga del subsue– lo de un terreno guiándose por las señales superficiales. He aquí algunas de ellas: el deseo constante y precoz de ir a misiones; el deseo vehemente de oir y leer narraciones misioneras; el suscribirse a impresos misionales, el sentir predilección por las Ordenes e Ins– titutos que se dedican a misiones; el ser de carácter franco, intrépido, fácil al entusiasmo; la inclinación a catequizar a sus compañeros; el hacer proyectos de viajes, de conquistas de almas; el sobre~alir por la ac– tividad de su celo; el dar preferencia en los programas de estudios a las materias de mayor utilidad para el misionero; los deseos de aventuras, de sufrimientos y aún del martirio, etc. Si bien todas estas cosas son, como hemos dicho, señales infalibles de una vocación, el buen educador ni puede, ni debe despreciarlas, antes bien debe estudiarlas para ver si está allí la mano de Dios, que muchas veces se hace conductor y guía des– de la juventud de algunas almas privilegiadas y las va

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