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-36- 3. 0 La prueba de los hechos.-Este modo de razonar es un sofisma que los hechos se encargan de refutar y un buen educador no admitirá nunca seme– jantes sofismas. Es digno de conocerse a este propósito lo que se dice en la vida de algunos de los mártires más ilustres del pasado siglo. «Justo Bretenieres, muerto por la fe en Corea el 8 de Marzo del 1866 conmovido cuando era todavía niño, por algunas narraciones que oyó, de– cidió dedicarse a la conversión de los infieles. Llególe al alma el miserable estado en que aquellos se encon– traban y un día viósele interrumpir de repente sus jue– y ponerse como quien, sorprendido y atento, escucha una voz lejana. Le parecía oir a los pobres chinos, que le gritaban: «¡Justo! ¡Justo! ven a salvarnos.» Y que– dóse admirado al saber que su hermanito, que se en– contraba a su lado, no lo había oido. Obedeció al lla– mamiento y marchó a la Corea donde consiguió la pal– ma del martirio. Y de Mons. Ridel, Vicario apostólico del mismo lugar y Confesor de la fe, se lee en su vida el siguiente hecho singular y lleno de gracia infantil. Cierto día, mientras jugaba al lado de su madre, siendo todavía muy niño, vió sobre la mesa un libro de tapas azules, que era uno de los números de los «Anales de la Propagación de la Fe ... » -¡Mamá! ¿Hay cuentos en este libro-preguntó a su madre. -Sí, hijo mío. Es un libro que cuenta historias de las misiones. ' -Y ¿qué son las misiones, mamá? -Son unos sacerdotes que van lejos, muy lejos,

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