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-35- «¿Dónde se describen con colores más vivos y pun– zantes las necesidades de las almas que en los «Ana– les?» ¡Cuántos después de haberlos leido han oido en su conciencia el grito de los Macedonios a San Pablo: «Pasa los mares y ven a socorremos!» La lectura de misiones produce en las alma~, llamadas al apostolado, el efecto mágico, mejor dicho, divino de aquellas pala– bras que arrastraron a Juana de Arco hacia su provi– dencial misión.)} (P. Manna. «Operarii... etc.) Las revistas y hojas misionales debieran recibirse en los Se– minarios y Colegios con la alegría y entusiasmo con que se recibe a un amigo querido. Sin embargo no es así. En ellos entran y se leen las poco decorosas mito– logías griegas y romanas, las fábulas equívocas de Eso– po y de Fedro, se comentan las inmorales poesías de Horado, Ovidio y Tíbulo y aun se leen periódicos, li– bros y revistas que arruinan y matan las vocaciones, mientras se les cierra herméticamente las puertas a las lecturas misionales como si fueran gente sospechosa, y lo más que se les permite es el servir como de pasa– tiempo y descanso de los estudios ordinarios. Se pone por excusa que la vocación ha de venir de Dios y que el que se sienta llamado debe prepararse con la oración y el silencip, como lo hicieron todos los grandes misioneros. Por lo tanto-dicen-¿para quepo– ner en manos de los jóvenes lecturas, que, si no tienen vocación les son completamente inútiles y, si la tienen, no sacan de ellas :;ino un entusiasmo perjudicial que los distrae de estudios más serios?
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