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-323- ¿qué sería de nuestros hospitales, escuelas, talleres y de toda la rica variedad de nuestras obras de amor y de celo sin la desinteresada cooperación de la Religiosa misionera? 3. 0 Necesidad de una seria educación misio– nal.-Yo no sé si este libro tendrá la fortuna de ser leí– do en algún Instituto de Vírgenes misioneras, pero si asi fuera, más de uno de los consejos, que he dado a los jóvenes misioneros, podría aplicárselo la hermana mi– sionera con gran ventaja, sobre todo los que hemos da– do acerca de la preparación que se necesita a base de recogimiento interior, de espíritu de fe y de ansias de sacrificio. El misionero, que no tuviera un gran don de ora– ción podría en parte suplirlo con obras exteriores de celo y actividad apostólica o bien distraerse corriendo mil aventuras por las almas; pero la Religiosa no puede hacer esto. Además, al misionero, que se hubiera movi– do de su país con fines no verdaderamente sobrenatura– les y que, una vez perdida su vocación, volviera atrás su mirada, le sería fácil volver a su propia parroquia o convento, pero este fracaso espiritual le sería más difí– cilmente perdonado a una religiosa y se vería casi siem– pre obligada a permanecer en misiones, sufriendo un largo y doloroso martirio de cuerpo y alma. Por fortuna estas - vocaciones fracasadas son muy raras y lo serían todavía más, si en las casas de aspi– rantes a misioneras se recibiera una mejor educación mi-
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