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-322- rrió nunca el pensar, que había de llegar un día en que sus piadosas coadjutoras de Efeso, de Corinto y de Ro– ma habían de multiplicarse de tal manera, que acom– pañarían al misionero católico por toda la extensión de la tierra, despreciando los peligros, las privaciones, las dificultades de lengua, clima y costumbres, abando– nando con valentía, más que viril, la quietud de sus claustros, sus parientes, su patria, todo en una palabra para continuar en nuestras iglesias y nuestros fieles la obra maternal de la santísima' Virgen, aumentando con su actividad, muchas veces heróica y mucho más con sus oraciones, el número y el fervor de nuestras cris– tiandades y desarrollando con sus hospitales, orfano– trofios, leproserías, catecismos y escuelas, todo un plan admirable de apostolado. Las religiosas misioneras son hoy más de 40.000, es decir, más del doble de misioneros, aun contando los misioneros indígenas. Solamente en China existen mi– sioneras de más de veinte Ordenes y Congregaciones distintas, con más de cien casas, y esto sin contar las religiosas del país. El misionero, al modo de los Apóstoles, vive una vida llena de actividad y de aventuras, recorriendo sin cesar países, ciudades, fundando iglesias, abriendo es– cuelas, levantando casas. La religiosa misionera, por el contrario, lleva a imitación de la Virgen una vida más tranquila, reglamentada por un horario y más semejante a las costumbres del Convento y de la Comunidad de donde ha salido. Y no obstante ¡ cuántas veces el misio– nero debe a la religiosa misionera sus mejores conver– siones y sus éxitos más satisfactorios! Por otra parte
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