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-314- 4. 0 «Bonum et jucundum habitare fraires in unum.))-En cuanto a lo que se refiere a las relaciones que debes tener con tus compañeros de misión, te ad– vierto desde ahora, oh joven misionero, que si es «co– sa buena y agradable vivir juntos los hermanos», es también cosa muy delicada, y sin una gran virtud y con– tínua vigilancia de tí mismo y de tu caracter, el estar juntos podría ser también causa de graves discusiones y discordias, que nos harían desear la soledad como el mayor de los bienes de este mundo. Si aún los Apóstoles, que estaban siempre bajo las miradas de Jesús, conocieron entre ellos rivalidades y disputas, nada debe extrañarnos que lo mismo pueda acaecer, algunas veces, entre personas de distinto ca– racter, de diferentes costumbres y hasta en ocasiones, de diversa nacionalidad. No obstante debes evitar cuan– to esté de tu parte estas luchas, oh joven apóstol, y en todo caso, no permitas que se ponga el sol sobre la menor discusión, que hayas podido tener con un her– mano. Iie aquí, a propósito de esto, las hermosas pala– bras de un hombre, que merece todo nuestro respeto y aprecio, el Cardenal Gibbons: «Las enemistades, que tienen su origen en la diversidad de naciones, son irra– cionales y pecaminosas. El Divino Fundador de la Igle– sia ¿no era por ventura extranjero? Y sin embargo ja– más se ha oído, que ninguna región de la tierra, lo ha– ya repudiado como tal. ¿Acaso los romanos expulsa– ron a los Apóstoles porque no habían nacido en Roma? ¿Rehusaron tal vez los corintios y atenienses a San Pa– blo porque era de Tarsis? Y los de Efeso amaron me-
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