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-312 - que reprende. La corrección paterna y como forzada de un Superior hace siempre bien, pero una palabra desa– brida dicha a destiempo, una sentencia injusta o incon– siderada, un castigo impuesto en vez de un amoroso , consejo, postraría desde el principio al joven misionero y le quitaría toda ilusión para el trabajo, si es que no lo arrojaba en brazos de la desesperación y aun de la apos– tasía, como más de una vez ha sucedido por desgracia. Ninguno que sea buen Superior se hace jamás culpable de tales injusticias y faltas de prudencia. Pero si es obligación.del misionero, como hemos dicho, el tener una gran confianza en la gracia de esta– do de sus Superiores, éstos a su vez, deben también hacer otro tanto, pensando en la gracia de estado de sus súbditos y no creerse, siempre y en todo, más que los otros por el mero hecho de ser Superiores. Precí– samente por ésto se manda que toda autoridad tenga sus buenos consejeros, incluso el Sumo Pontífice, a pe– sar de ser la más alta autoridad de la tierra y participar en cíertos casos y de cierto modo de la divina infalibi– lidad. Que todos aquellos que trabajan en la viña del Se– ñor conozcan y sientan en la práctica, que el que pre– side la misión es un padre vigilante y lleno de dili– gencia y caridad, que todo y a todos abraza, que goza con la felicidad de los suyos y compadece y llora sus desventuras y trabajos, que ayuda y alienta todas las buenas empresas, que, en una palabra, ve las cosas de sus súbditos como si fueran propias. Es un hecho que las misiones progresan o decaen según sean los Supe– riores que tengan y por eso sería una verdadera cala-
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