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- .310 - que conserves en tu interior hacia tus Superiores, aque– llos mismos sentimientos que tenías la primera vez que los encontraste. La obediencia te será entonces cosa na– tural y más que obediencia se podría llamar delicadeza y reverencia filial. Delante de tus cristianos, habla siempre con res– peto de tus Superiores; cuéntales sus virtudes; honra y ensalza su autoridad. Esto lo exige el orden gerárquico y tu mismo interés personal. Para reforzar el propio prestigio, nada efectivamente es más a propósito, des– pués de una buena conducta, que la armonía entre súb– ditos y Superiores; mientras que por el contrario, la dis– cordia enerva la disciplina y es causa de graves disen– siones, como nos lo hace notar San Pablo en varias de sus cartas. Tampoco debes manifestar, al menos en lo posible, la diversidad de criterios, que pueda existir entre tú y ellos, aun cuando se trate de cosas disputables y si te ves obligado a hablar, hazlo de modo que aparezca siem– pre la sujeción y respeto debidos a la autoridad. Piensa que el Señor da al Superior, por razón de su estado, lu– ces que no está obligado a darlas al súbdito y que, aun en cosas disputables, es mejor equivocarse con el Su– perior, que acertar yendo contra él .. 3. 0 Los Superiores y el nuevo misionero.-Es– to no quiere decir que el Superior no deba tener en cuenta la experiencia, los conocimientos y gracias que ef Señor concede a los misioneros para el bien común

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