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-308- habilidad personal y ayudado por tus médicos cate– quistas podrás ejercitar un buen apostolado. Para concluir: si el misionero, con el arte merito– rio de la medicina, sabe conservar su salud, que es un don de Dios y cosa muy necesaria a su estado y si, además de esto sabe el valor de algunos medicamentos sencillos y de facil aplicación para uso de los prójimos, no habrá en todo esto sino mucho que alabarse e imi– tarse; pero convertir la casa de misión en un salón de consultas o en una sala de hospital, es cosa que debe evitarse en absoluto. Ruegue por sus enfermos, impón– gales sus manos, bendigalos, exhórtelos a la resigna– ción y a la paciencia. Es esto lo que constituye la últi– ma fase de la carrera, más o menos gloriosa, de casi to– dos los misioneros médicos y sin duda ninguna la más natural y ventajosa desde todos los puntos de vista. Si tú, oh joven misionero, sabes empezar por don– de otros han terminado, no tendrás de qué arrepentirte.
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