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-307- salvados de este modo y muchas cristiandades deben su existencia y su actual florecimiento a algunas píldoras y comprimidos suministrados gratuitamente por nues– tros cristianos. Me atrevo a afirmar que esta misión de los médi– cos bautizadores es una de las obras más bellas, más fructuosas y al mismo tiempo más fáciles, estando por lo mismo al alcance de todo misionero. El más o el me– nos depende en esta materia de los medios de que se dispone y de las circunstancias de lugar y de personas; pero despreciarla en absoluto y no valerse de ella sería dejar inactiva una poderosa palanca de salvación física y moral, olvidando la mejor de las artes del ¡programa apostólico, que hemos sido llamados a realizar. ¡Felices los misioneros que al punto de morir sien– ten revolotear en derredor de su lecho un ejército: de pequeños angelitos salvados por sú mediación, que se acercan para acariciarle y conducirlo hasta el trono de Dios! Es casi imposible que se pierda quien ha salvado tantas almas. Llama, pues, en tu ayuda, si no dispones de otro medio, a un médico catequista, contrata una o más mu– jeres cristianas y prácticas en el cuidado de los niños, y mándalos cuanto antes a la caza de almas. No te desa– nime la pobreza de tu farmacia y dispensario. Un poco de quinina, de sulfato de zinc, algunas píldoras, unos cuantos hungüentos y cataplasmas, yodo, algún buen desinfectante y otras cosas más, he aquí una pequeña farmacia, que no cuesta mucho y -que es muy suficiente para los casos ordinarios. De este modo con un poco de
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