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-305- Apóstoles y casi todos los Santos, pero en ninguna parte del Evangelio ni de los Hechos de los Apóstoles encontramos a Jesucristo, ni a ninguno de ellos, hacien– do un diagnóstico o escribiendo una receta para ir a entregarla a una farmacia. Todas las curaciones que hi– cieron, fueron obradas milagrosamente con la imposi– ción de sus manos, con la oración o con otros medios sobrenaturales. ·Además, desde los primeros tiempos de la Iglesia tenían los pastores de almas un cuidado muy especial de los enfermos, sobre todo, pobres; pero ese cuidado lo ejercían por medio de otras personas aptas y desti– nadas a ese fin, nunca por medio de sacerdotes, excep– to en algunas circunstancias particulares. En cierta ocasión en que el catequista Miguel pi– dió a San Francisco Xavier algunas medicinas para los enfermos, éste le dió una imágen de la Virgen y unas disciplinas, diciéndole: «Toma, con aquella curarás las almas y con éstas los cuerpos.» ¡Extraño comentario a las palabras de Jesucristo: «et carate infirmos» que seguramente no hará mucha gracia al misionero deso– rientado por sus ilusiones e inclinaciones médicas. Sin embargo no hay que condenar radicalmente en el misionero todo uso de la medicina privándole de un medio tan poderoso de atraerse las almas, como es el cuidado de los cuerpos; Yo sé-y lo alabo con toda sinceridad-que en algunos Institutos misionales, se da también a los aspirantes un curso más o menos elemen– tal de medicina. Si la salud es útil para todos, lo es mu– cho más para el misionero. Cuando se tiene salud se puede ir donde quiera y cuando quiera a visitar las pe- 20
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