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-27- no Venard-inscribióse en la gran obra de la Propaga– ción de la Fe, sintiéndose dichoso de poder, al menos de este modo, participar de las fatigas y sacrificios de los misioneros, esperando hacer con el tiempo algo más positivo. Como durante el invierno sufriera mucho de sabañones en pies y manos, uno de sus Profesores, mo– vido de compasión, le ofreció su cuarto para que entrase a calentarse al fuego, pero él lo rehusó diciendo: «¡Oh, no! Los misioneros de quienes Vd. nos habló ayer tar– de sufren mucho más que yo.» (Unmartire modetno). ¿Qué Director no querría encontrar tan hermosos sen– timientos en la juventud que le han confiado? Pues bien, infúndase en ella un poco de entusiasmo misional, ya que después de todo, esta educación misionera es mu– cho más fácil de lo que se cree. El tema misional se a– dapta admirablemente tanto a los profundas meditacio– nes de la filosofía como a los sencillos trabajos de los estudios elementales. La geografía, la historia, la exé– gesis bíblica, la teología, la filosofía y en general to– das las ciencias, pueden tratarse desde el punto- de vista misional con gran aprovechamiento de los mismos estudios. Por lo común se dedican muchas horas al es– tudio de la historia eclesiástica de los siglos pasados, pe– ro no sé que se estudie con igual amplitud la historia de los heróicos esfuerzos hechos por la Iglesia en el terre– no de la evangelización durante el pasado siglo y de los que sigue haciendo todavía. Se gasta mucho tiempo en el estudio de herejía:, ya olvidadas y de los cuales apenas si nos ha quedado el nombre; pero ¿conocemos tan a fondo las herejías y desviaciones doctrinales mo– dernas, y lo mucho que trabajan para arrancar de la
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