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-286- crueles, que antes de matar a las personas, que caen en sus manos, sobre todo si son Portugueses, los torturan de una manera horrible; pero nuestro Señor ¿no tiene también mucho más poder que esos piratas? Los peli– gros, las fatigas, los desalientos... yo no les doy im– portancia. Las criaturas no tienen más libertad ni po– der, que el que Dios quiera 'concederles.» (« Vie. etc.). Así hablaban los Santos. Sé, pues, también tú, hermano mío, optimista co– mo ellos. Pero no olvides que el verdadero optimismo tiene su origen y su fundamento en un gran espíritu de fe. Ciertamente que el carácter y la naturaleza de cada uno puede influir mucho para ser más o menos optimis– ta, pero si no se apoya en la fe, podrá uno reirse siem– pre como Demócrito y sin embargo abrigar en su cora– zón el más negro de los pesimismos. \Ten por lo tanto como norma cierta e infalible que, en los momentos en que sientas agolparse en tu cerebro las ideas grises o experimentes una sensación como de abandono o de principio de desesperación y duda sobre la eficacia de tu apostolado, en los momentos, en fin, en los cuales, según la hermosa frase de Jesucristo, se siente la ten– tación de «dejar el arado y mirar atrás» hay en tí en ese momento una disminución del espíritu de fe. Si posees este espíritu mirarás los varios sucesos de la vida con los ojos confiados de un verdadero apóstol y como los mártires del circo al punto de ser sacrificados, oirás que por encima de cuanto te rodea, tu angel bueno te repite al oido las promesas infalibles de Jesucristo y aun en medio del fracaso de todas las ilusiones que te habías forjado, permanecerás siendo un optimista impenitente.
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