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-285- -tradición de familia. En efecto, todo el Evangelio, los Hechos de los Apóstoles, las Cartas de los mismos y el Apocalipsis están inspirados y nos enseñan un santo optimismo. Si el Divino Redentor hubiera creado un apostolado incapaz de realizar el fin para el cual lo fun– <laba, es decir, la evangelización del mundo entero, ha– bría puesto en un serio aprieto a sus apóstoles. Pero estos jamás sospecharon tal cosa, ni creyeron nunca ha– ber sido engañados o abandonados a merced de las sólas fuerzas naturales. Sin embargo, ninguna religión ha sufrido las persecuciones que ha sufrido la Iglesia de Jesucristo; ninguna clase de enemigos le es desconoci– da, todos han puesto en ella sus manos y no hay lado alguno por el cual no se la haya atacado; pero también podemos proclamar bien aíto que sólo ella ha podido llegar hasta nosotros siempre creciendo y siempre con– quistando tierras y además sin haber sacrificado un só– lo artículo de su «Credo» y sin haber retrocedido jamás un sólo paso por haber perdido su verdadero camino. Y esto que sucedió en lo pasado, sucede también hoy y sucederá mañana y siempre. «Christas heri, ha– . die, et in saecala.» (S. Pablo.) ¿Cómo no hemos de ser optimistas? (<También reina Dios en los mares de la China y el Japón-decía San Francisco Xavier a cierta persona que quería disuadirlo del peligroso viaje, que pensa– ba realizar por aquellas regiones.-Es cierto que los vientos son allí terribles, los escollos numerosos y son muchos los barcos, que naufragan; pero ni los vientos, ni los escollos pueden cosa alguna contra la voluntad de Dios. Hay por allí muchos piratas y dicen que son tan

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