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-282- do, no el método negativo, que consiste en buscar siem– pre los defectos e inevita.bles imperfecciones de los otros, sino el método positivo, que consiste en mirar de frente nuestra misión de apóstoles y los deberes que ella nos impone, es decir, en buscar lo que en todos hay de bueno, para desarrollarlo y cultivarlo; en saber tomar a los hombres como son y no como debieran ser, a fin de sacar de ellos todo el partido posible. Ser optimista quiere decir confiar en la fuerza del sacerdocio y de la verdad católica y no creer, que por haber caido heridos hemos perdido la batalla; estar con– vencidos de que si es cierto que el mal existe, es más cierto todavía que el bien tiene finalmente que prevale– cer; ir siempre adelante sobreponiéndonos a todos los obstáculos, a todas las dificultades, a todos los fracasos; buscar qué hacer, multiplicarse, volver a empezar des– de el principio cuantas veces sea necesario, pero sin de– salentarse a ejemplo de San Pablo, que decía: «Ego autem libentissime impendam et superimpendar ip– se pro animabas vestris, licet pus diligens, minas diligar.» Ser optimista consiste en no buscar de preferencia lo que aleja y separa las almas; en saber calmar el dolor de una llaga en vez de irritarla; en dejar que los pesimistas e ingratos repitan que «no hay rosas sin es– pinas» en este mundo, antes bien alegrarnos de que con las espinas vayan también las rosas; en sentir por las caídas y miserias humanas aquella viva y tierna compa– sión, que ayuda a levantarse y no tiene recriminacio– nes inútiles, ni irónicos sarcasmos. Ser optimista quiere decir, en una palabra, reali-

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