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-278- luchas y el pobre misionero vuelve a perder en poco tiempo, lo que con tanto trabajo y :entusiasmo juvenil había ganado. Tal vez no quiso o se olvidó de pedir un consejo al propio Superior de la Misión o a otro cualquier misio– nero ya práctico y conocedor del caracter de las gentes. Ellos seguramente le hubieran dicho: «No te sirvas de este o de aquel individuo; aprovéchate de aquel otro.» Por eso yo te aconsejo que en tales casos, no seas cor– to en aconsejarte de los misioneros más antiguos y prác– ticos en la vida misional. El tantas veces citado San Francisco Xavier pedía de rodi!lasja San Ignacio y a los otros Superiores de la Compañía, que le enseñaran ei modo cómo debía evangelizar la India, donde sin embar– go hacía ya que estaba muchos años y la había lle– nado con la fama de sus prodigios. ¡Hermosa lección ésta para nosotros que ni conocemos bien las pet_:sonas y costumbres del país, ni somos santos, ni taumatur– gos como él!

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