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-25-- medio de 603 obras dedicadas a temas misionales.>> (P. Manna.) De ordinario no se ven entre nosotros estas cosas. Falta en el clero una edur.ación misional. En nuestros Seminarios a pesar de ser los únicos semilleros de voca– ciones misioneras se da gran importancia a cosas que no tienen sino un valor muy secundario, mientras que en cuestión de misiones y misioneros se es general– mente tan sobrio, que no parece sino que se tratase de cosas sospechosas o a ío más tolerables y no de un asunto que además de ser propio nuestro, constituye la gloria más grande de la Iglesia de Jesucristo y forma parte integrante de nuestro ministerio. Y no se nos diga que una buena vocación sacerdo– tal vale tanto para el sacerdote o religioso que queda en su patria, como para el que va a misiones. Cierto, ciertísimo que la Dogmática, la Moral y otros estudios fundamentales del Clero tienen que ser comunes a fo– dos indistintamente, ni tampoco pretendemos que en todas nuestras casas de estudio se funden cátedras es– peciales de misiones; pero sería de desear que los direc– tores y encargados de ellas tuvieran cuidado de nutrir el corazón y 1a inteligencia de los jóvenes confiados a su dirección con los nobilísimos y verdaderos ideales del sacerdocio católico. Quisiéramos que todos, directo– res y alumnos, sacerdotes y religiosos,-súbditos y supe– riores se hicieran la misma pregunta que el joven már– tir tonquinés Teófano Venard hacía a su hermanito Eusebio, que acababa de ingresar en el seminario: «La vida de seminario pasará y no es en él donde termina nuestra vida. Ahora el seminario...¿y después?

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