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-271- do la ley de Moisés con las sublimes enseñanzas predi– cadas por Jesucristo, constituyeron un grupo expecial en el conjunto de la Iglesia; pero en cuanto a los demás, especialmente los arrancados por San Pablo al paga– nismo, las cartas de este Apóstol nos dicen cuan dé– biles en la fe «infirmi in fide» eran aquellos cristianos, y recordando sus escritos nos daremos cuenta de lo le– jos que estaban de haber extirpado sus defectos de pa– ganos y la gran dosis de paciencia y buena voluntad que necesitaron los Apóstoles para poder soportar a se– mejantes cristianos. Ysin embargo los amaron de veras, gastaron sus vidas por instruirlos en la nueva religión y derramaron su sangre en defensa de las enseñanzas, que les habían predicado. ¿No es todo esto una lección para nosotros, en fa que debemos aprender a no decaer jamás de ánimo y a confiar cada vez más en el poder de Dios? Y los cristianos de los tres primeros siglos de la Iglesia, que forman 1a era llamada de los mártires ¿tu– vieron todos ellos valor para empuñar la palma del mar– tirio? ¿Poseyeron todos ese santo heroísmo y ese desa– pego de ía tierra y de sí mismos, que nos hace vivir só– lo para Dios y para el cielo? Abramos la Historia eclesiástica. He aquí cómo nos pinta el abate Rohrbacher en el libro vígésimo octavo de su obra monumental, la comunidad cristiana de Oriente en el año 230, es decir, en la primera mitad del siglo III. Es Origenes, contemporáneo y testigo ocular, el que en sus famosas Homilías hablaba así: «Pocos son los neófitos, que conservan la gracia de su bautismo; la mayor parte de ellos vuelven de nuevo a sus antiguos

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