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-268- porque fué injustamente despojado de lo poco que tenía, o porque espera de tí un socorro, un empleo, una ayuda, en fin, cualquier cosa. Esta es, oh joven misionero, «portio tua in terra viventium»; porción tanto más meritoria cuanto menos deseable. Todo esto parece a primera vista puramente hu– mano y sin embargo no lo es. La gracia se esconde, como el angel Rafael, bajo las apariencias ordinarias, a fin de tener más libertad de acción y sólo cuando haya terminado su obra se manifestará al exterior y entonces quedarás maravillado y consolado con creces de los disgustos y fatigas que tuviste que soportar para coo– perar a la acción de Dios en las almas. La naturaleza de los pobres idólatras está viciada en su raíz y sería inútil pedirles esos sentimientos nobles y delicados que son fruto de la gracia. Acoje, pues, con amabilidad a cuantos se acerquen a tí, aunque vayan impulsados por fines humanos. Aprovecha entonces la ocasión para in– teresarlos en las cosas de Dios y del alma; levántalos poco a poco a una atmósfera de fe y de este modo lle– garás a conseguir finalmente tus propósitos, es decir, a tener cristianos devotos y convencidos, que no dejarán se apague del todo la esperanza deljoven misionero. Por eso verás que el misionero antiguo y avezado acepta, sin más, todas las condiciones que le presenta su apostolado, pues sabe por experiencia, que no son esas las pruebas más duras y fatigosas del misionero católico, sino aquellas que, como verdaderas epidemias de las almas, producen las defecciones de las ovejas, que se creían ya seguras, y dan lugar a desconsoladores eclipses de la fe, a espantosos cataclismos morales, que
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