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-266- necesitas en esos momentos difíciles de tu vida de mi– sionero, y hasta podría suceder que los vieras pasar a tus enemigos. No te desanimes por eso. Muchos santos pasaron también por el mundo incomprendidos y sinies– tramente juzgados. Tú procura evitar, en cuanto esté de tu parte, toda imprudencia y todo choque con los grandes, con la autoridad, con los Superiores, con tus mismos cristianos, pero no te desanimes si a pesar de todo te sucede algo de lo que hemos dicho. Sufre, ca– lla y espera. Pocos, creo, serán los misioneros que, sobre todo al principio, no hayan dado algún paso en falso o no hayan caido, con gran escándalo de los fariseos, en al– guna emboscada del enemigo. Esto no debe extrañar a nadie, pero debe enseñarnos a ser más cautos en ade– lante. Aprendamos, pues, con la propia experiencia; pero nada de desaliento, sino ¡ánimo y adelante! 4. 0 Tercera causa: la poca fidelidad de los cristianos.-La última de las causas que hemos seña– lado al abatimiento y tal vez la mayor de todas ellas o al menos, la que más se siente en el alma del misionero es el ver lo indeciso y dudoso de muchas conversio– nes, a veces falsas, casi siempre forzadas y hechas con miras humanas y al lado de espectáculo tan desmorali– zador, la vida poco edificante y hasta escandalosa, que llevan muchos de los mismos cristianos. Quisiéramos que Dios al manifestarse a los hom– bres lo hiciese con un poco de solemnidad. No llegamos

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