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-265- valientemente sostenida y llevada _a cabo, siente que una misteriosa pero bien conocida voz le dice al alma: «¡Bien, hijo mío! Estoy contento de tí. « Tu permansis– ti mecum in tentationibus meis, ideo dispono tibi regnum.» Si algún temor hay razonable en cuestión .de lu– chas y tentaciones, es el de pensar si por ventura no se– remos nosotros la causa de ellas. Muchas veces suele suceder, que una imprudencia, hija de nuestros pocos años, algún arranque intempestivo de celo o el concep– to exagerado que tenemos de nuestros derechos, en– cienden en los demás el fuego del amor propio ofendido y se desencadena sobre nuestra cabeza una de esas tempestades, que parecen van a terminar con nosotros mismos y con las cosas que más queremos. Pues bien, aun en tal caso, es necesario, oh joven misionero, que no te dejes dominar demasiado por el abatimiento. Pre– séntate a Jesús y ruégale humildemente, que no permita que tu pobre rebaño y la causa que defiendes, tengan que sufrir por culpa tuya. Hecho esto, levántate confiado y sigue adelante, como un capitán, que apesar de haber caido por su culpa en una escaramuza del enemigo, si– gue sin desanimarse, porque todavía le quedan recursos más que suficientes, para vengar la afrenta recibida y engalanar con el laurel de la victoria la bandera de su regimiento. Tus enemigos, tu mismo amor propio y el demonio se esforzarán en exagerar las consecuencias de tu de– rrota, pero no les hagas caso. El Señor tal vez permita, que tus amigos y aun las personas que tú amas y estimas te abandonen, privándote del aliento y consuelo, que

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