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-263- pesarte, hacer comparaciones odiosas, estudiar los pun– tos débiles que tienes o inventarlos, si no los tienes. Si ven que hablas con publicanos y pecadores, te critican; si no vas a las casas de los ricos, murmuran; siempre tienen algo qué decir, tanto si ayunas, como si comes y bebes; tanto si vistes con lujo, como si te cubres con una piel de camello. Hablan de tí unas veces, !porque eres severo y otras, porque eres indulgente; hoy,-por– que alabas; mañana, porque reprendes y nunca ,haces las cosas a su gusto, tanto si permaneces encerrado en tu casa, como si sales a 1a calle. No faltarán tampoco algunos, que por haber tenido antes un misionero excep– cionalmente bueno y virtuoso y al cual, por otra parte, apenas si hicieron caso mientras estuvo con ellos, no hagan otra cosa que hablar contínu&:mente de él y re– cordarlo sin cesar delante de tí, movidos al parecer del celo de 1a gloria de Dios, cuando no pretenden otra co– sa que molestarte con la comparación tácita, que esta– blecen entre tí y el otro. Los mismos que discutieron a San Juan el derecho de bautizar fueron los que se sirvieron de él, cuando lo creyeron oportuno, para ponerlo en oposición con J esu– cristo. Ahora bien, estas luchas contínuas, este desgaste incesante de energías físicas y morales, esta preocupa– ción sin descanso, que nos hace vivir siempre alerta con el fin de evitar el golpe de la calumnia y de la violen– cia, y para que no se vea comprometido nuestro presti– gio y el de nuestro pequeño rebaño, llegan por fin a can– sar el alma y el cuerpo y tras el cansancio viene y se apodera de nosotros el abatimiento. Aunque sea uno de

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